23 oct 2009

CINDY LAUPER - SHE'S SO UNUSUAL


Nunca un disco debut de una solista femenina había causado tanto furor en época alguna. En una década que quedó 'manchada' por destacar más singles que LPs, hay algunos trabajos por mencionar que rompen con aquella convención y entran a ser parte de ejemplares imprescindibles de referencia. Allí tiene que estar de forma perentoria el álbum de pop que casi le quita el trono a Madonna: She's So Unusual de la siempre vívida y extravagante Cindy Lauper.

Durante el primer lustro de la década más sabrosa de la historia de la música, hubo una sana competencia en el dominio de la escena con mujeres solistas o líderes de sus grupos, anótense nombres como Tina Turner, Annie Lennox, Joan Jett, Pat Benatar, Donna Summer, y en el caso de la esfera alta del pop, el toma y dame de Madonna y Cindy Lauper. Curiosamente, se puede afirmar que la reina de los sencillos durante toda su trayectoria es indiscutiblemente la Ciccone, pero si hay que denotar ventajas en un álbum como tal, este She's So Unusual es un modelo difícil de superar, en especial durante aquellos años de explosión new wave y alta relevancia en el mundo pop.



Apenas diez temas fueron más que suficientes para llevar a los registros de la gloria a este trabajo debut de una neoyorquina que solamente quería ser 'inusual' y marcar la diferencia, pero jamás imaginó la magnitud del alcance que tuvo este monstruo ideado en 1983 bajo la tutela de Portrait Records y el management de David Wolff. La señorita Cinthya Ann Stephanie Lauper, oriunda de Brooklyn en Nueva York, y con 30 años para ese momento, había pasado por toda clase de empleos antes de su labor como estrella pop: Fue camarera, simulación de geisha, promotora de clases de judo, pero no encontraba su rumbo hasta que la voz le dio la señal luminosa y le indicó que el camino de la música era su liberación.





Un look de disparatado origen que exhibía un cabello en desorden, rapado a un lado y con tintes naranjas, rojos, amarillos, faldas difíciles de desenmarañar (que tranquilamente había podido prestarle alguno de los personajes de El Extraño Mundo de Jack), collares y pepas que competían con la exagerada proliferación pectoral en joyas de don Mario Baracus, accesorios variopintos sin combinación alguna, y una actitud que revelaba cierta rebeldía punk pero con todo el desparpajo pop, elementos clave para identificarse ante el público y dejar salir su primer LP: "Money Changes Everything" es la cabeza de los diez temas, fue lanzado como quinto single, y engañosamente parece pop rock con tintes Springsteen cuando inicia, pero al aparecer la voz de Cindy sabemos que se avecina un registro magnífico para los anales de la música ochentera, eso si, se lo debe agradecer a la composición del ronco señor Tom Gray, quien había grabado este tema con su grupo The Brains en 1980. La instrumentación es bastante rockanrolera y dio resultado en listas en lugares no muy usuales como Chile (10), Colombia (3) o Nueva Zelanda (14). Y su alusión en la letra al cambio de la gente por culpa del infame dinero es directa, pues el amor se acaba cuando se asoma un George Washington pintado en papel verde invitando a las chicas a conocer el hedonismo y los placeres que brinda el materialismo. Antesala de lo que podría ofrecer su archirrival de aquel entonces un año después con su "Material Girl". ¿O será pura coincidencia?

Gran peso del éxito de este trabajo se debe en especial a una canción icónica del pop de todos los tiempos y es el segundo track del álbum: "Girls Just Want to Have Fun"lo tiene todo, o casi todo: Manifiesto feminista, arte pop, un video tronado en MTV, un look original y una canción llena de
vida que colmó los parlantes del mundo. Cindy Lauper saca a relucir sus aullidos perfectos sin ninguna vergüenza y los teclados están intoxicados de new wave expresivo y fresco, el acólito en los coros de las chicas que sólo quieren divertirse, cuando arremete en su letra contra el típico machismo, la mujer que debe guardar compostura en cuatro paredes y los padres que optan por la crítica más que por la ayuda y el teléfono que se convierte en el cómplice ideal del 'acto delictivo' de ser libre, y Cindy declara en entrevistas posteriores: ' No estoy intentando ser diferente, solo quiero ser yo misma'. Y eso es lo que quiere mostrar este himno patrocinador de la igualdad entre sexos con el que la artista logró reclutar un sinnúmero de mujeres en un ejército pop que le apoyó en el vertiginoso reconocimiento ante emisoras y flashes fotográficos. La letra fue compuesta por Robert Hazard en 1979 desde un punto de vista masculino, Lauper se apropió del texto, lo adaptó y lo convirtió en rotundo éxito. El video, de recordación inmediata, con reclamos paternales y Cindy alzándose la bata (o mejor, su estrafalario vestido rojo), tiene en su reparto a la familia de Lauper donde se incluye a su madre y su hermano, a su abogado Elliott Hoffman, al reconocido estelar de lucha libre 'Captain' Lou Albano, al manager David Wolff, y hasta funcionarios de la disquera Portrait, mejor dicho, todo el mundo en pleno jolgorio porque esta canción alcanzó topes de listas en USA, Australia, Japón, Canadá, Noruega y hasta en Zipacón posiblemente, pues la diversión es la número Uno cuando se trata de eludir una pesada realidad, y más aún, cuando la mujer hace reclamo de sus derechos. Obviamente y como clásico indiscutible de los ochentas, ha sido versioneado por todo el mundo en donde podemos nombrar unos pocos como Pearl Jam, John Mayer, Russian Red,The Killers, Miley Cirus y hasta ¡Alvin y las Ardillas! ¡Habráse visto semejante algazara!


Lo que sigue es una joyita subvalorada que tiene sus orígenes en la genialidad de Prince desde su álbum Dirty Mind en 1980. "When You Were Mine" tiene otra vida y una musicalización excelsa en versión de Cindy Lauper, con un sobrio manejo de los sintetizadores y algunos pellizcos hermosos para las cuerdas, y la chica inusual se encarga de manejar tonalidades de arriba abajo sin ningún inconveniente, un tema muy pulcro que causa equilibrio y que fue lanzado como séptimo sencillo del disco, y que desde las distracciones compositoras del maestro de Minneapolis hace una dolida memoria de su hermoso pasado con una chica que le ha dejado por otro. Algunos críticos pensaron que al no modificar la letra original, Lauper estaba sufriendo por un amor perdido que empezó en algún momento a engañarla con otro hombre. Lo que también hubiera sido inusual.


She's So Unusual logró ventas de 4.5 millones de copias solamente en USA y una popularidad de lujo en los confines del planeta, gracias al lanzamiento de siete sencillos en un año y de cuatro de ellos metidos en posiciones de privilegio en listados Billboard. Todo un registro histórico para un
debut sin demasiada inversión pero con toda la intención. Y entre aquellas insignes canciones que se colaron en la posteridad está la inolvidable "Time After Time", compuesta en el estudio de grabación a cuatro manos entre Cindy y el integrante de The Hooters Rob Hyman, quienes escuchaban fuerte y claro el segundero del reloj y daban paso a minutos de inspiración lírica para contar una pequeña historia de rompimiento sentimental con esperanza de reconciliación, el tiempo lo diría todo. Y el tiempo lo dijo todo con este segundo single de lanzamiento, pues fue número Uno en USA, Canadá y Colombia, y no pasó inadvertido por ningún listado mundial. Fue una balada de arpegios serenos en guitarra y un tratamiento melancólico pero dinámico de los teclados, íntimo pero expresivo, triste pero confortable, y una vocal afligida pero perfectamente afinada, las dotes en la garganta de la chica extravagante esta vez toman todo el aire de sofisticación y sentimiento para reiterar su gran talento y su posición como competidora fuerte en el trono del pop. Años después lanzaría en su Body Acoustic del 2005 el mismo tema en sonido desconectado a dúo con la artista Sarah McLachlan.




Las líricas iniciales de Cindy Lauper en sus temas referían especialmente a la liberación femenina, y gracias a ello tuvo detractores que buscaban impedir lanzamientos o divulgación de su material. Junto a cantantes como Prince, Madonna o AC/DC sufría catalogaciones peligrosas de difusión de material morboso por parte de la censura. Ante esto, Lauper refutaba. '¿Cómo puedes criticar a una mujer por cantar sobre temas sexuales cuando por años y años los hombres sólo hablan de eso?'. El tercer corte de promoción del LP tenía dichos problemas, "She Bop", con un video que tenía insinuaciones de corte libidinoso desde varios pasajes, con una Cindy provocadora que lee revistas de contenido dudoso, calienta a una pandilla de motociclistas y participa en un concurso llamado 'masterbingo' con un host que encarna Sigmund Freud y apartes de la letra que llaman a la masturbación 'They say I better stop--or I'll go blind'. De hecho, en alguna entrevista Lauper confesó haber grabado las voces desnuda. Con todo y crítica, gracias a su video divertido y bien hecho, a ese sonsonete de teclados muy new wave (por momentos recuerdan To Cut A Long Story Short de Spandau Ballet) y a su frescura con coros al mejor estilo de Gene Vincent con su be-bop-a-lula, "She Bop" se consolidó como el tercer sencillo más vendido y mejor ubicado en el registro de éxitos de varios países, Número 2 en EEUU, 3 en el Japón, y 6 en lugares distantes como Australia y Sudáfrica. La carga erótica estimuló la rotación del tema y hoy es recordado entre los grandes clásicos de los ochentas.


La chica inusual casi pierde el chance de ver su estrella iluminada años antes de lanzarse como solista, pues casi pierde la voz en 1977 debido a esfuerzos en la garganta que le ocasionaron problemas cuando ella probaba suerte en grupos de covers como Flyer y Doc West. Al recuperarse de este impasse lo intentó con un dúo que hiciera composiciones propias, Blue Angel junto al saxofonista John Turi, pero sin pena ni gloria se desfiló por la historia corta de este proyecto. Finalmente el contacto con David Wolff y su contratación con la casa disquera Portrait la llevaron a la inesperada publicación de siete singles y su consiguiente triunfo. El cuarto de estos se tituló "All Through the Night", una balada pop con unos synths que parecen arpas celestiales y de nuevo una cantante que se rinde ante la emotividad y deja salir su lado más sensible, hablando a la espera eterna en la noche por el compañero que de fin a su soledad. El tema es un folk original de Jules Shear quien no creía que llegara a ser éxito, lo cedió a Cindy y ella se encargó de darle la vuelta a la historia ubicándolo en el Top 5 en USA y Austria y en el 7 en Canadá, y consolidando el lapso de victoria al reunir cuatro tracks de un solo álbum en las cinco primeras casillas de listados del país del Tío Sam. Con este tema cierra su mejor capítulo musical en el mainstream.


Sería descortés dejar por fuera el crédito de los músicos de sesión que acompañaron a Cindy Lauper en la gestación de este gran producto. Las guitarras de la mano de Eric Bazilian, Rick de Fonzo y William Wittman, Neil Jason en las líneas de bajo, Anton Fig en la batería y el ya mencionado compositor Rob Hyman en teclados, con el apoyo de Peter Wood en algunos synths.
Todos ellos testigos del triunfo, como no lo fue tanto su tema "Witness" que nunca se lanzó como single, pero que bien parece compuesto por The Police o los mismos Madness, pues el veneno de la guitarra ska está definido, y los teclados se tornan un poco más sabrosos, y la percusión juega al redoble caribeño en alguna instancia. Aquí Lauper quiere dejar de ser una espectadora para convertirse en protagonista de una relación, propone un activismo sentimental que involucra de nuevo la iniciativa de la mujer de forma autónoma. Sin ser un mal track, es bastante disímil de sus compañeros de repertorio y perjudica la línea conceptual pop que va llevando hasta ahora, pero recuerda que la influencia del new wave toca cada uno de los temas del LP de alguna forma, y este fue tratado del modo más rock steady posible.


Portrait Records fue bastante útil para la salida al mercado del She's So Unusual. Esta filial de Epic venía trabajando desde finales de los 60s con varios artistas y su primer fichaje fue la recordada artista folk Joan Baez. Para la década de los ochenta, la casa tuvo adquisiciones interesantes como las hermanitas Wilson y su combo Heart, la hermosa y sofisticada Sade, el recordado por su "Electric Avenue" Eddy Grant, y obviamente Cindy Lauper. Dentro de los últimos tracks de la cara B del vinilo hay unos sintetizadores lineales con unas guitarras que rechinan un poco en "I'll Kiss You", una vez más una cantante ávida de emanciparse y ser esta vez la de tomar delantera para pedirle beso al chico en la primera cita (cualquier parecido con la realidad de hoy...). Parece que su letra ha dejado un buen legado, pues los aires liberadores que combinaban el atuendo e ideal medio punk medio pop retumbaron en muchas jóvenes y hoy día consideran, que la santísima Trinidad de la opresión femenina se compone de Iglesia, Familia y Estado.

Una de las ventajas de mantener una postura de chica inusual es el poder manipular su atuendo y su voz de la forma en que pudiera darse más gusto, y en "He's So Unusual" la cantante se infla la voz de helio e interpreta uno de esos clásicos de finales de los 20s que Helen Kane hacía gala y que inspiró la creación del personaje de Betty Boop, aquella coqueta muñequita de falda corta que durante esta aventura musical no tuvo éxito con su pretendiente, pues no da la talla con 'satisfacerla', por lo tanto, es un chico 'inusual'. Gran homenaje rinde Cindy al tema cartoon, uno de los valores agregados a su estilo conceptual.


Y aparte del vestuario excéntrico, el feminismo declarado y el amor al cartoon, Lauper tuvo como refugio otra pasión: La lucha libre, pues cuando podía asistía a las grandes peleas de la WWF, disfrutaba de los combates coreografiados y hacía algunos shows musicales en pleno cuadrilátero. Y eso que todavía no entraba a trabajar en cine y televisión. La canción que nunca estuvo ni en cine ni en televisión fue la del cierre del trabajo, "Yeah Yeah", delirantes saxos y teclados con todo el sabor new wave que bien puede prender la fiesta , una vez más con el deseo de llevar las riendas y preguntar sin rodeos al chico que le gusta si lo puede atrapar, es una canción despabilada que sirve como soundtrack de viaje veloz y cuenta con toda la ligereza intensa de jolgorio en springbreak.

La cara B de "Girls Just Want to have Fun" no fue insertada al listado de tracks que salieron en la edición final del LP, se titulaba "Right Track Wrong train" y manejaba una especie de demencia persecutora con pinceladas del "Yeah Yeah" del cierre, y para los coleccionistas de Cindy Lauper es una verdadera curiosidad. Fueron diez piezas de gran valor con momentos cumbre, algunas veces baladísticos, otras más eufóricos, pero claramente inscritos en la historia de los álbums exitosos de los ochentas, con un objetivo marcado, definir los derechos de las mujeres y tener voz y voto para participar sin tabúes en todos los temas, porque las chicas también tienen derecho a divertirse.

12 oct 2009

UN UNIVERSO DEPECHE



Muchas almas en desamparo durante años esperaron esa fecha especial para extasiar su gusto con un concierto que les diera campo abierto a escuchar todos los Sonidos del Universo, en especial los provenientes de Essex en el lejano Reino Unido. El alargado gusano de cuerpos hacía formación que rodeaba por varios flancos un parque expectante en pleno ombligo de la capital colombiana entre logotipos, chaquetas, merchandising y líricas de precalentamiento para amenizar el preámbulo de lo que iba a ser el recibimiento de los ya legendarios Depeche Mode en su gira Sounds of The Universe con motivo del lanzamiento de su último hijo musical.

Lluvia de tarde, ansia de crepúsculo, fila de vértigo palpitante, acceso moderado de corazón acelerado que aguarda por explotar en su respectiva localidad. La noche se despierta para gusto de los amantes lunáticos del sonido oscuro pero confortable, y para muchos que sometieron sus cuerpos a sesiones de larga espera, al fin pueden entrever un halo de luz con las primeras descargas del escenario, bajo la responsabilidad de los poco conocidos en Colombia Angele Phase, un line-up que rinde homenaje al new wave ochentero con ciertas evocaciones a Buggles y con un marcado sonsonete al formato de Ladytron, con la diferencia de un par de vocales repartidos en cargas iguales por hombre-mujer, ellos son Pete Salmang y Mónica Pardo en el ejercicio de telonear, labor bastante difícil ante el compromiso de enaltecer el producto local y satisfacer un público que no los conoce, pues su difusión ante medios locales es casi nula. Con sonidos primarios en la línea de bajos, guitarras y synths, haciendo efectivo un retro no muy pretencioso y unas voces más bien parsimoniosas y con intenciones un poco oscuras, su corta presentación dio a conocer temas como su primer single"The Butterfly", "Break", o "Be my guard". A veces evocaban un Blondie con ejemplos como "Kiss me", con entradas de guitarras juguetonas y synths de videojuego entretanto Mónica suavizaba su tono introvertido para dar un poco de alegría a su new wave . Un ejercicio de apertura que puede ser el inicio del reconocimiento de la banda dentro de la escena local.


Un universo en un parque. Un sonido en un núcleo. Una plaza agitada por la inquietud. La emblemática esfera que representa su gira se posa sobre el escenario para iluminar con sus símbolos toda la plaza de eventos. El inicio es potente y abre con "In Chains", una impecable voz de Dave Gahan que engaña al paso del tiempo y muestra su estado intacto, los teclados se apoderan de las cabinas de sonido y resuelven hechizar al masivo asistente, que de por si mucho antes ya estaba 'encadenado' a su música, mientras una gigantesca pantalla de fondo recrea los estados de reloj biológico del ser humano con el paso inclemente del tiempo de niño a anciano, en una propuesta visual atrayente y como soporte vital para el show. Prosigue la enérgica e imperiosa "Wrong", el vocal líder se despacha en salvajes pero elegantes líricas que nos hablan sobre el camino equivocado, una cadencia bravía que pone a temblar los suelos disparejos del parque Simón Bolívar, entretanto las luces juegan en persecución buscando a los personajes en tarima, en especial a un elegantísimo David Gahan impregnado en atuendo de color noche . La tripleta dedicada por completo a la parte promocional de su Sounds of the Universe finaliza con "Hole to Feed", donde la guitarra asoma un poco más sus cuerdas y la vibración se sitúa en algunos pasajes sesenteros (como una especie de "House of the rising sun") pero con todo el carácter electrónico que le imprime Depeche Mode y los teclados y secuencias de poderío oscuro del señor Fletcher.

Hay paso para comenzar a revolver nostalgias y corear hasta la disfonía, el primer ejemplo es el alternativo y en esencia muy rockero "Walking in my Shoes" donde la gente de desprende en el recordéris lírico con 'You' ll stumble in my footsteps Keep the same appointments I kept'. Los platos noventeros de aquella inusitada fuerza durante el show se complementan con la intimidad fatal que ya le hace flirteos al trip hop en "In your room"; el siempre sensual y provocador "I feel you", guitarra que desnuda y voz que declara abiertamente el amanecer de un amor; y la sofisticada intervención de "It's no Good" con la conocida introducción que nos llama a recordar la época del discreto pero no menos bien hecho Ultra, en el cual la concurrencia se mezclaba entre los sintetizadores con todo el vigor que pudieran ofrecer sus cuerdas vocales y Dave Gahan suelta unos tonos altos en su grave timbre. La etapa de acogimiento con el rock se marcó mucho en los 90s, durante este concierto se nota más la inclinación a las prioridades synth y algunas texturas electrónicas que prolongan su tratamiento dark, esta vez la guitarra de Martin Gore habla sin gritar, en moderadas dosis de veneno de cuerdas, y Andy Fletcher es el teclado que convoca a la fortaleza y el empuje, el responsable esta vez del estruendo de los sonidos del universo.

Foto: Viviana Vargas

Pocos compositores de la calidad de Martin Gore desfilan y se sostienen en la escena de la música, su sentido de la creatividad y talento son innegables, y es quien pone el sello personal a la magia de aquel confort oscuro llamado Depeche Mode. La cuota sensible de Gore inicia con la refinada versión de "Jezebel" de teclados hipnóticos y voz afinada; continúa con su intimista y lacrimosa "Home", hombre y piano listos en una interpretación minimal para remover todas las fibras y llamar al estado de shock maravilloso promovido por una melodía hermosa y sublime, uno de los momentos más conmovedores de la velada; canciones más adelante regresa con esa nostalgia bella de 1984 "Somebody", la evocación al amor ideal, el simple llamado a la compañía que brinde un poco de calor a la solitaria lentejuela estelar de este talentoso guitarrista, que, en composiciones sin muchas armonías entre instrumentos, y tonalidades minimales en vivo, logra captar una atmósfera total de belleza y calidez en medio de tanta solemnidad y momentos de oscuridad vibrante. Bonitos pasajes los del rubio idílico, mago Depeche.

Para los veteranos escuchas del grupo durante los ochentas también hubo canciones para que se retorcieran de placer y devolvieran vitalidad a las rodillas desgastadas por el sedentarismo de los treinta (o cuarenta) : "A question of Time" fue el primer bombazo directamente importado desde 1986 con Dave tan entero cantando y girando sobre su eje como en sus primeras épocas y las texturas industriales casi intactas, solo con un par de arreglos adicionales para brindarlo de forma más accesible a las nuevas generaciones; "Fly on the Windscreen", especial para seguidores ochenteros fieles, pues no es un tema de referencia directa pero consigue recrear perfectamente el trabajo de la banda a mediados de esta década, disparos de teclado contundente y la cercanía marcada al industrial; "Never Let me Down Again", tal vez la más rockera del set list ochentero sin necesidad de guitarra agitada, es la simple cadencia que nos transporta a ese rebelde tono y a una voz sin prejuicios de Gahan, es la canción que lleva al primer receso, corto, de los Depeche. Su primer regreso sigue trayendo buenas memorias: aparte de la ya mencionada "Somebody", truenan los teclados de confort oscuro con "Stripped" y finalizan el lapso con los acordes road movie de "Behind the wheel", clásico del 87 que estremece a veteranos y a novatos, que confirma la perfección de su música expuesta en tarima.


Foto: "Fiona"

La pantalla descomunal que atavía el escenario emprende viajes visuales entre cuervos melancólicos, rojos estallados de VJ eufórico, universos de sparkies que rebotan y crean big bangs, réplicas caleidoscópicas de los integrantes del grupo que flamean en imágenes muy calientes, y particiones de pantalla que crean clímax de muchedumbre que es atropellada de forma providencial con luces que salen de la nada para cubrir el todo de un Universo en un parque.

Dentro de la etapa 2000 de la banda no se incluyó ningún tema del Exciter y apenas sonó una versión muy serena del "Precious" de Playing the Angel, pero era algo previsible, pues el protagonista a mostrar era su última producción que ocupó protagonismo en la primera parte de la presentación, y a mitad de concierto pusieron a trabajar al dimmer y a todos los encargados de las luces con "Miles Away/The truth is", con una interesante descarga de blancos rebotando hacia el público y un coro en éxtasis de intervención Gahan-Gore, en uno de los pocos temas de este último trabajo que sustenta su relación con el rock. Curiosamente, su sencillo "Peace" pacíficamente hizo silencio y fue cuota ausente del playlist.

Foto: Miller Black


Los momentos sísmicos más evidentes dentro de la plaza se hicieron notar con sus temas más reconocidos, los de la etapa Violator del 90, donde el equilibrio entre las texturas electrónicas y los acordes rockanroleros hicieron un pacto hasta la muerte y cautivaron a medio planeta; el primer sencillo en salir a la luz del parque fue "Policy of Truth", con una distinguida intervención instrumental en este juego de equilibrios mientras rebotaban las pelotas sparkies en la pantalla acompañante, y Gahan con desenfado sensual clamaba 'Never again is what you swore
The time before'; minutos más adelante uno de los himnos de los 90 con el perfecto disfrute de un mutismo que se hace música, "Enjoy the silence" es la espera de mucho tiempo compensada en melodía en vivo, casi 20 años de paciente escucha radial para poder tener a voz e instrumentos de Depeche Mode en todo su esplendor en tarima, ambientados por una pantalla que muestra tres astronautas silentes (los tres miembros del grupo) con un gran angular en la mitad que sencillamente prefieren dejar al público para que se desfogue en gargantas cantoras, después de la mitad de la canción Gore le da paso a una guitarra muy funky y el baile no se hace esperar, la euforia es infinita y muchos de los asistentes aceptan su muerte próxima porque ya saben que han saldado cuentas con la vida después de escuchar semejante espectáculo armónico; y eso que todavía no había llegado la sacudida apocalíptica que causó "Personal Jesus", su hit reconocido en bares, almacenes, busetas y hasta fiestas de 'prom': Los zapatos se desprendieron del suelo tal como las siluetas de la pantalla que alzaban vuelo y levitaban en medio del paroxismo mientras una mujer de contorno non sancto parecía no hacerle mucho caso a Jesús y Dave elevaba sus brazos hasta alcanzar la grandeza, y Martin mantenía un coito rockanrolero con su guitarra, y Andrew reventaba sus secuenciadores hasta el éxtasis, y la gente deliraba en un canto que no parecía tener fin dando gracias a los espermas de su padre por haberlos creado y a los beneficios de su bolsillo por haberlos entrado al show, algo que después de ver, no tiene precio, el valor incalculable de un recuerdo de esta clase no tiene límites.

Foto: Viviana Vargas

El final del concierto curiosamente no se hizo con algún tema fuerte, los Depeche prefirieron cerrar el telón con otra magistral pieza del Violator, pero en un tono más íntimo y en dueto Gahan-Gore, "Waiting for the Night" es la redención y el boleto para el sosiego después de la histeria colectiva, pues ellos nos confirman que la noche es la única salvadora de la inhóspita realidad y que este tipo de memorias solo se pueden crear bajo el refugio lunar, en un maravilloso cielo oscuro que dejó caer la noche 10 del mes 10 en un espacio perfectamente ensamblado para los amantes de los Sonidos del Universo. Del Universo Depeche Mode.

4 oct 2009

NI PORQUE FUERA TAN BURRO!


Si se quiere crear una sopa diversa de ingredientes raizales y agregarle toda la condimentación de la modernidad, ese plato podría causar reacciones gástricas inesperadas, tal vez un reflujo de placer indescriptible, una llenura campirana sin derecho a inodoro, o una digestión límpida y con ganas de repetir. Eso sucede con una propuesta que sobrepasa la originalidad enmarcada en términos sonoros, un inaudito plato de fusiones tan arraigado a la novedad que parece no tener influencias, tan palpable a lo raizal que parece ser primigenio, pero que es sin duda, novedoso.

Ellos son Velandia y La Tigra, que se aparecen a la medianoche de la arquitectura colonial en las entrañas de la capital colombiana, y al público ponen cita en Casa de Citas, acogedor recinto de cronología con bagaje que se convierte en centro de ganancias sonoras mediante el parlante que promueve el afro en toda su casta, la salsa en toda su salsa y la negrura con toda la sabrosura que ofrece su música. Pequeño, de dos plantas, se refugia en la madera y los estilos de abuelo cachaco (persona del interior del país con sombrero y corbatín en los buenos tiempos, los del pasado conocido), el sitio recibe a ansiosos paseantes de noche de lluvia floja pero sandunguera y proceden a percibir con múltiples interpretaciones el estreno de doce videoclips ideados por las mentes hidropónicas de algunos burros geniales inspirados en Piedecuesta y sitios aledaños de olor campestre y sabor rural.

Son exposiciones visuales de poco sobria estupefacción, con el arte propositivo sin mayores pretensiones, con la cordura al borde de la genial locura y situada casi en su totalidad en el ambiente de árbol compañero, ferrovía reposada y yerbatera, charcos alucinantes y objetos de finca nostálgica y tradicional en pasajes visuales que por momentos desconciertan, en otros arrullan, en unos terceros llaman a la risa popular, y son conducidos magistralmente por el maestro de ceremonias, el señor Miles Broncas, que bien ataviado de orejas, crines acrílicas y vestido elegante para domingo, viene con todo su sentimentalismo rumiante para hacer ponencia musical de su propio universo, reflejado en doce muestras de una irrealidad tan creíble que pareciera mil veces más real que nuestra aburrida formalidad.



La mente genial de Edson Velandia tiene sus límites en la orilla del universo y se encarga de retorcer cuanta cabeza se le pase por el frente, con el recurso de sus Rasqas contundentes que huelen a apero con cannabis, a alberca con foie gras postmoderno, a pasto mojado con lluvia de lágrimas de burro, a un repertorio de líricas inspirado en una especie de "todismo" que cubre casi todo, desde el absurdo gigante hasta la insignificancia de las cosas. Y de la mano de secuaces como Rubén Mendoza y Frank Benitez, ha logrado plasmar a su amado alter ego en pantalla con éxito parcial sin diagnósticos aprobados, exaltado en delirio de aplausos que hacen venia a la vanguardia provinciana de la tropa que acolita al hijo del burro y la tigra.

Y después de la dosis alucinógena de videobeam, pasamos al interés del performance. De la segunda planta aparece ese respetable animal de viriles antecedentes y orejas mentirosas armado en megáfono amenazador que en tono panfletario declara 'la madre pa'l que se vaya', seguido por su comitiva fiel de despelucados artistas de lo popular de lujo, de aristócratas de estiercol orgulloso que en vestiduras manifiestan su predilección sin prejuicios por llamar las cosas por su nombre y poner su nombre encima de la Cosa: Chocha, Verga, Culo, Aqui y allá el llamado del instinto animal (con la ansiedad de los beneficios viriles propios de un burro) son la consigna del ropaje.

Y la presentación no puede ser otra en su inicio que el reconocerse tal como es: En tonos muy tropicales asoma su gran cabezota y le dice al respetable "I am Burro", con toda la sensualidad rebuznadora del caso y la sabrosura del que calienta la lengua con palabras graves, tal como lo dice su lírica enrevesada, un realismo mágico de otras latitudes, seguramente de las coordenadas brillantes de Piedecuesta en el Santander.


El público adquiere posturas calientes y a escena entra un repertorio de frenesí de puro sello Rasqa, que hace recorderis de su primer trabajo con su ya clásico "El Sietemanes" de cadencia bailable arrastrada, y mientras la masa se contonea en indescifrables coreografías improvisadas, Edson da dote guitarrística y trovadora con su retahíla de abstraccionismos cantados, y se desdobla en la discrepancia con su pareja quien le pide bienes con lavadora y toda la cosa en "Guarapera", con un video de apasionada persecución del insigne burro Miles Broncas corriendo por la ciudad mientras los travestidos personajes del grupo dan alarde de su bizarra femineidad con maquillaje estrafalario en un apartamento perdido en la agitación del saqueo. Todo un divorcio berreado en lírica y gritado en trompetas y guitarras, y el vocal argumenta "Mamita...Yo con usted no vuelvo, Ni porque fuera tan burro!".

Y la plata suena en letras con temas que atropellan con armonía inclemente como "Anima", donde nadie tiene un mísero 'Gaitán' o en la bonita adaptación de "El Billetico", de antiguos tiempos con su anterior agrupación Cabuya y que cuenta la injusta pela (llámese castigo corporal con herramientas confortables como ladrillos, cables, escobas y demás artículos casi domésticos aptos para golpear) de una madre a su hijo, quien llega con algunos centavos y un billete como bonus track para ayudar en casa, esta vez el 'capitalismo salvaje' lo reprende de forma física y Velandia rinde homenaje a este pobre lesionado con una digna rasqa. O el ejemplo práctico de la ilusión del dinero que se desvanece en despilfarros y el homenaje a la vida del pobre que no depende del confort innecesario que implantan las nuevas tecnologías, sencillamente con saber que 'al que no tiene televisor no se le daña el televisor', entretanto los coros divertidos de "Chuvak" se confunden en el trepidante paso de los bailarines anónimos que vuelven famosas sus suelas mientras las estampan en una Casa de Citas.


Apartes varios: una guitarra que suena a Revés de Café Tacuba mientras el percusionista hace lo propio pero no con las baquetas, sino armado de boca, lengua y sonidos de tic toc un tanto apocalípticos que anuncian la llegada de "El maestro"; el ritmo casi drum and bass arrastrado con primitivismos de rima que recrea el post moderno agro con "Gloria del monte", asociado con un video persecutor en plano secuencia de un hombre repleto de desespero por alcanzar la gloria en pleno charco verde, una de las variadas propuestas visuales de los Velandia, que siempre han sido respaldados por el recurso de la cámara; el siempre efectivo ringtone que resuelve todo con un estilo "Superzencillo";el desafío verbal de la bronca en "Chalaca" a modo de pregunta-respuesta: "Usted quería desmoronarme, yo soy migaja; usted quería yuca, yo tengo el guiso", y el dueño de las vacas, el señor de señores en forma de marioneta con cara de burro despliega un movimiento sensual con gran style, demostrando que esta vez la crin tiene el poder.

Pero el animal también siente, y hay un lado amable y ensoñador con bonitos tramos musicales de guitarras apacibles en "Balada", donde un videoclip de burritos múltiples aparecen para dar espacio al pálpito de un corazón no tan entendido. Y un fragmento de ese cautivador experimento de despecho, "Dejo" en posición minimal sin teclados, únicamente voz y trompeta se quejan de tierna melancolía cuando la mínima mujer, se fue.


Edson Velandia

Vamos llegando al cierre con el veneno del rock and roll invadiendo las salpicaduras folclóricas, rasqas incendiarias que juegan con lamentos al estilo de "Fantasmagórica" y bruscos ataques sonoros de garaje que rebotan en las vigas de madera y en los tímpanos que perdonan cualquier bombardeo que provenga de la tarima, con tal de que estremezca su esqueleto, termine de dañar sus peinados imperfectos y emborrache sus rodillas al trémolo de los gritos y las vociferaciones. La pieza final recupera su sabor ancestral con coqueteos a la costa y justifica muchas de las letras de Velandia y la Tigra, "Me gusta el Porro" es la idea sincera de un estímulo que ayuda a crear sin tabúes acordes, líricas o armonías con el exuberante paisaje del Verde amenizante que proviene desde las épocas de Cabuya, y que es condescendiente con el espíritu de la inventiva que no necesita clasificaciones, simplemente que se deja llevar por la fluidez del panorama al son del humo.

La magia de un burro que canta, una descarga final de instrumentos mudos, un atavío de verborrea sexual, un sinfín de rimas ingeniosas de sombrero y ruana, y la excelencia musical de originalidad impecable, son factores patrocinadores de una propuesta que nace en la enramada de una finca, se transforma entre los rieles melancólicos y evoluciona en el ladrillo que quiere bailar, al son de no solo once, sino muchas rasqas que suenen y truenen en todas las posibles Casas de Citas que aparezcan en las noches interminables de las capitales del mundo. Así de sencillo. Superzencillo.

1 oct 2009

LOST HIGHWAY : UNA AUTOPISTA RETORCIDA

Cuando hacemos referencia a David Lynch debemos prepararnos para el reto: Verlo y masticar su visión cinematográfica es un deleite y al mismo tiempo un dolor de cabeza. Excepto un par de ejercicios lineales y no tan sombríos -Una historia sencilla(1999) y El Hombre Elefante (1980)-, sus filmes trastocan con las convenciones acostumbradas de los guiones y propuestas del estándar americano e invitan a no reflexionar, sólo a dejarse llevar por el impacto del audio y el video confederados para crear verdaderas atmósferas de carácter surrealista y otras veces tétrico, denso pero fascinante, con todo un estilo personal de este director oriundo de Montana en el país del Tío Sam.




Y uno de los mejores exponentes en su filmografía es Lost Highway (1997), fiel evidencia de sus métodos de trabajo y una especie de homenaje al cine negro con la inclusión de todos los elementos que lo caracterizan -mujeres fatales, gangsters sin prejuicios y asesinatos impulsivos y otros premeditados- con la parafernalia característica del autor de Twin peaks y los ingredientes magníficos que añade a su producto para embelesarse con estos y disfrutar de la mejor manera esquizofrénica el asunto. Y ese recorrido por aquel frenético paisaje visual de carretera sin retorno tiene el aderezo de unos elementos que vale la pena destacar.

Desde Eraserhead (1977) hasta Mulholland Drive (2001) siempre se ha visto ese estilo de cámara morbosa que se inmiscuye en lo más profundo de las cortinas, las cabezas y los corredores, aquellos zooms lentos de ansiedad incontenible que generalmente terminan en la oscuridad de la incertidumbre, en la apertura al misterio a través del no color, ese siempre ha sido uno de los componentes claves de Lynch para crear atmósfera, una forma de explorar los lugares como un infiltrado voyerista que quiere saberlo todo pero que finalmente siempre va a dudar. Y especialmente al inicio del filme, en la casa de Fred Madison se ven esos acercamientos lentos que quieren encontrar las razones para asesinar a la esposa, el rastreo de la progresiva paranoia que se va desarrollando en el entorno del protagonista, el muestreo sofisticado que va con la cámara sin perder detalle buscando a Reneé, buscando a Fred, desentrañando el misterio de manera despaciosa, exquisita pero perturbadora.


Patricia Arquette interpreta a la sensual Reneé



Y la exquisitez sin reparos de sus planos, tan bien puestos en este rompecabezas abstracto que, a pesar de contar con una historia tan compleja, siempre van ligados de una plena justificación. Varios botones de muestra: La mano compasiva de Reneé en la espalda de un Fred frustrado sexualmente; el fuego condenatorio de un crimen que se anuncia despacio en la gigantesca chimenea de la residencia de Fred; los labios sensuales de Alicia en close-up ocultos en el íntimo refugio de una bocina telefónica, que deben mantener el misterio latente de su romance furtivo; los insectos en primeros planos que llaman a la demencia y confusión, al mejor estilo de los bichos de los clips de Björk; el rostro macabro del Mistery Man, que, con cámara o celular en mano usa su arma más efectiva, el acoso intimidante; y obviamente la más importante, la interminable línea amarilla intermitente de la autopista sin rumbo definido, la ruta donde la cordura no tiene valor, el camino al desasosiego y la zozobra, el guión de la película plasmado en una imagen, una autopista retorcida sin comienzo ni fin que nos puede conducir a la enajenación.


Fred (Bill Pullman) conduce en una autopista sin rumbo fijo


La música, el ambiente, el silencio y la mezcla de audio es peso pesado durante todo el filme, comenzando con una excelente banda sonora con colaboraciones de gente como Trent Reznor, Rammstein, Marilyn Manson, David Bowie y el score impecable de Angelo Badalamenti y Barry Adamson, todos ellos situados como puntos de referencia auditivos indispensables para el desarrollo del film. Solo hay que escuchar al comienzo y al final "I'm deranged" de Bowie para saber que la locura es la sensación primaria a acoger, con la complicidad de los tonos jazz desequilibrados de Badalamenti cuando recrea el concierto vertiginoso de Fred Madison; o la incitación al crimen con la voz fría y letal de Till Lindemann de Rammstein en los pasajes con sabor a sangre; o la declaración sumisa, casi de esclavo en "I put a spell on you" de Manson en la escena del striptease de Alicia; además de los sonidos 'gangsterianos' de Barry Adamson para identificar a Mr. Eddy, el villano sin escrúpulos, pero con un gran caddy y un revólver sin temores. Un soundtrack ejemplar, acompañamiento esencial de muchos apartes de Lost Highway, imprescindible para crear el efecto deseado. Y curiosamente hay un par de músicos que intervienen como actores en la película, primero el juicioso y dedicado (suena curioso) Henry Rollins en su papel de guardia, y finalmente, en un papel muy acorde a su apariencia, Twiggy Ramirez y Marilyn Manson envueltos en una especie de corto porno snuff, que sirven para ambientar el universo sórdido de Dick Laurent y sus vampiresas lujuriosas.


Lynch en dirección actoral junto a Balthazar Getty


Barry Gifford y David Lynch idearon un argumento basado en dos historias que parecen paralelas, tan complejas y no lineales que comprenderlas enlazadas es un verdadero desafío, pero este es el verdadero encanto de la película: las interpretaciones pueden ser tan subjetivas que el camino de la libertad es el más práctico, y mientras algunos piensan que Fred y Pete son el mismo personaje desde diferente cronología, otros creen que es un alter ego y unos terceros pueden interpretarlo como historias diferentes cruzadas en algún punto de la trama, finalmente y de forma sabia, Lynch declara: "Es peligroso explicar como es una película. Si las cosas se vuelven demasiado especificas, el sueño desaparece. A veces ocurren cosas que te abren una puerta, que te envuelven y consiguen hacerte sentir algo más grande." Si nos ponemos a pensar en Reneé y Alicia, la rubia y la pelinegra de quienes no sabemos si su sexo despide el mismo aroma, o en un Mistery Man que puede ser producto de la imaginación de Fred o una realidad atormentada que lo lleva al crimen, siempre pueden haber conclusiones encontradas, pero la magia de la historia está en romper con la usual forma de relatar el largometraje y simplemente dejarnos llevar por las atmósferas, los puntos de giro espléndidos infestados de paranoia y confuso placer, y las escenas ambientadas de modo impecable, donde la locura se pone el frac y nos invita a la perplejidad con toda la elegancia del caso.


The Mistery Man, enigmático y fascinante


Y esta perplejidad tiene salpicaduras por doquier en todo el guión y montaje de la cinta: la foto de Reneé y Alice en casa de Andy, donde primero aparecen juntas y posteriormente es solo la infiel esposa de pelo negro; el asesinato de la misma, del cual no se sabrá jamás quién lo perpetró; Mistery Man en sí, un personaje fascinante (interpretado de forma magistral por Robert Blake) que tiene el don de la ubicuidad y quien parece lacayo de Mr. Eddy, pero finalmente está del lado de Fred, un amasijo de personalidad que confunde y maravilla, además de una frase clave en la cabaña donde se encarga de despistar aún más al espectador cuando pregunta a Madison "Y tu nombre, ¿Cuál es tu maldito nombre?"; y la clave para terminar de enloquecer el tiempo y el espacio con la estupenda imagen de la cabaña explotando en medio del desierto con el efecto en reversa. Ya no sabemos si el pasado es ahora o el futuro nunca existirá. Pregúntenle a Lynch.

No se puede dejar por fuera otro de los objetivos claros del director, que es crear sensación a través de sus personajes y objetos. Podemos recorrer el cuarto conyugal de Reneé y Fred, una cama roja gigantesca de tendidos negros, aquel refugio de pasión de luto, pues el marido tiene problemas para satisfacer la líbido de su apetitosa fémina; por otro lado, Pete es el coito liberador, es la juventud presta para la lujuria y el éxtasis, solo hay que transportarnos a la escena de sexo en el desierto con luces estalladas de forma premeditada para crear ese clímax impúdico; el striptease de Alice ante la presión de un arma en casa de Dick Laurent, aquel intimidante pasaje que va convirtiendo esa sensación de miedo en placer morboso, en dejarse llevar por las tentaciones desconocidas del peligro; y los videos porno de Laurent, el recurso que habla sobre la libertad sin tapujos convocando a la lujuria a través de la mujer, ver a Alice en primer plano mientras exhibe su placentero gemido sin sonido es el llamado directo del instinto, de lo desmedido, de lo prohibido y fatal; y finalmente (aunque quedan muchos fragmentos por destacar), los tonos azules con flashes relampagueantes que parecen ser el cambio de tiempo-espacio entre Fred y Pete, la demente forma de transportar a los personajes a otra locación en distinta circunstancia, con la intención de jugar con ellos y dejarlos en un estado de desolación siniestra, a uno en la cárcel y a otro en el desierto.


Bill Pullman y David Lynch en rodaje


Toda la película es una larga ruta que inicia y concluye en el mismo punto como un círculo vicioso, "Dick Laurent está muerto" es la frase clave para destruir el engranaje del tiempo y prolongar la zozobra de una carretera creada para transportar sobre su pavimento el delirio y el absurdo en el automóvil afortunadamente insano de un David Lynch, que nos regala una autopista retorcida cargada en sus trazos con pura ingeniería de genialidad y estilo personal.