23 feb 2010

LA REVUELTA DE NOCHE

Son muros que retoman su dureza después de la ola de calor veraniego -casi infernal- que invadió la urbe en estos días. Prestos a atender en medio de su impavidez el llamado de otras tierras que quieren confundirse en la escena nocturna, se arma una revuelta de noche gracias al sísmico impacto que puede causar un bombo que clama junto a la marimba de chonta las pilatunas del Pacífico.



La calle céntrica trémula por el cununo inquieto, la guadua coquetísima, la modernidad que se cuela y los coros pletóricos de voces negras en rostros blancos que se condensan en una argamasa de sonidos maravillosos, en un sancocho de pescado con sabor a gloria cantada, en un mar que se expande en un mínimo escenario y moja los oídos de los presentes con placer de agua armónica. Es La Revuelta que llega a cachetear los extranjerismos y a rescatar el currulao y los sonidos ancestrales de la marimba de chonta, con flirteos de actualidad, pero guardando las distancias.

Juan David, el cerebro tras la marimba

La percusión despierta a media cuadra en un llamado de cununo sentido y tenaz, con Andrés 'Turu' quien desbarata sus palmas en el ardor de los ánimos, mientras Juan David, como buen director, imparte la armonía con su genial marimba de chonta, lenguaje propio de la negrura del oeste colombiano. Y poco a poco se van adhiriendo los ingredientes que revolucionan el ambiente con los toques de modernidad que requiere entre guitarra, bajo de seis cuerdas y batería.

Andrés 'Turu', manos de pasión

Falta la incursión del bombo soberbio compartido entre 'Turu' y la negrita María, el a veces sofísticado, a veces apasionado clarinete de Felipe, y la música se hizo. Pero el verdadero escalofrío de beneplácito se produce con la entrada vocal de Verónica y Ailín, poderosas exponentes del cantao Pacífico que nos recuerdan que en el folclor está el sabor, y que la tradición pesa tanto como las maravillas de la tecnología, no hay desmerecimiento alguno. Entra todo el grupo a remover recinto de blancos que anhelan todo lo que a los negros les sobra...



Y la mixtura, el amasijo, la mezcla, el potaje, el revuelto, la Revuelta de sonidos se toman el inicio del año para emprender un viaje magnífico por todo el repertorio envuelto en dos discos dignos de mostrar en cualquier exposición de World music: Agua, que con el peso de grandes reseñas y tener precedentes de levantarles posiciones privilegiadas en el festival Petronio Álvarez, es protagonista indiscutible. Y su más reciente producción Marimba Urbana, recién desempacado de un 2009 marcado por la recesión pero aderezado con la creatividad que el lejano manglar puede inspirar en un colectivo listo para el rescate en medio de tanta incertidumbre.


Ailín y Edwin, juntos en La Revuelta

Se sacude la guasá mientras Ailín imparte aquel alarido magistral en "El puente del piñal" y las vibraciones de la chonta se transmutan en el portentoso elíxir de la eterna sabrosura; la bella Verónica hace contrapeso con una especie de hermosa ronda infantil que está manchada con orgullo de oceáno en "El cangrejo"; el clarinete muy coqueto muy decente acompaña el efecto narcótico que produce Ailín cuando muy sentida canta "Mandrágora"; la sabrosura que quiere imprimir tremendo sancocho de pescado después de que se consiga el repuesto para "La Oya", un platillo delicioso servido con una que otra corchea; y la magia de Juan David con su estupenda interpretación de la marimba de chonta para que todos puedan cantar y saborear "El chontaduro". Todos ellos en complicidad de 'Rede', el MC de la noche que entre amores y odios, le pone flow al asunto con fraseos de hip hop a lo Chocquibtown, que no convence mucho, pero que por momentos destila un par de momentos brillantes.

La bella Verónica canta "Cocorocó"


Toda una revuelta de noche que pone a vibrar almas sin contar y que nos pone a pensar una vez más sobre las ventajas que nos ofrece una patria tan variopinta como la nuestra, con aquel encanto de lo autóctono, con aquel rescate de lo propio, con aquella valoración de nuestras raíces reflejadas en bombos golpeadores, marimbas de chonta, cununos y coros de salud invulnerable que permiten demostrar a las nuevas generaciones que la verdadera Revuelta musical se encuentra dentro de nuestros rincones sin llegar a nacionalismos, y que el espectro que cubre nuestra tradición es más amplio que cualquier noche de extasiado tambor y guadua.



12 feb 2010

MOTT THE HOOPLE- ALL THE YOUNG DUDES


La fauna musical de comienzos de la década del setenta se debatió entre los gustos por lo excesivamente artístico y dedicado como el rock progresivo que dio campo abierto a todos los virtuosos musicales de la época, y el descaro y la sinceridad sin tapujos del glam que dio abrigo a los liberados sexuales y a los amantes del glamour y el terciopelo como prenda indispensable.


El año es 1972, y entre los reyes de la escena londinense se ubicaban escandalosos con facha como T-Rex, los dinámicos Slade o la refinación de Roxy Music. Aunque el impacto más alto lo causaba un David Bowie transformado en un alter ego de caracter galáctico y andrógino con el nombre de Ziggy Stardust. Dominante en listas y consolidado como personaje clave en el mundo del glam, fue crucial su desempeño en el éxito que avecinaba para otra banda inglesa exponente del género, Mott the Hoople.

DE LA MANO DEL DUQUE

Estos inquietos fans del glamour oriundos de Herefordshire vienen con cuatro álbums a cuestas, pero un éxito leve, frustración por no tocar las estrellas con su música y una inminente separación. Pero David Bowie insistía en el potencial de los cinco Mott, y se ofrece a cederles una composición de su autoría, "Sufragette City". Ellos cabecean, cavilan, reflexionan, pero No es la respuesta. Bowie, terco entre los testarudos, les pone en la mesa "All the Young Dudes". La letra y la posibilidad de una luz entre las tinieblas de la pana oscura sin futuro finalmente les hacen dar un Sí con algunas dudas aún.

Lo que nunca se llegaron a imaginar Ian Hunter (vocales), Verden Allen (teclados), Mick Ralphs (guitarra), Pete 'Overend' Watts (bajo) y Dale 'Buffin' Griffin (batería) es que el acoso de su excelencia Ziggy Stardust y sus Arañas Marcianas iban a suscitar un repentino suceso en el Reino Unido, con un sencillo publicado en julio de 1972 y con una directa casilla 3 en listas. Las botas de plataforma y la purpurina cobraban un atuendo feliz.


El sencillo "All the Young Dudes" es un verdadero manifiesto glam que habla sobre la revolución sexual, la libertad de juventud y el deseo de no morirse a los 25 años sin haber removido las entrañas de la sociedad desafiándola con glamour, buen sexo, y obviamente unas guitarras que patrocinen el desmadre de los setentas. El Duque Blanco David Bowie cumple con el cometido de crear un himno generacional y tocar el saxo (y tocar el sexo), mientras los músicos se encargan de generar el aire de grandeza entre un teclado que predica junto a la voz de Hunter y los aplausos y coros que buscan divulgar la palabra cual sermón de iglesia: 'All the young dudes, carry the news'.

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Ese fue el punto de partida para el trabajo titulado de la misma forma, All the Young Dudes, con nueve piezas definidas en la marca del glam que no tenían nada que envidiar a un Gary Glitter o a un T-Rex, ellos eran la banda del momento en el movimiento musical y fue su estreno con el sello Columbia, con el patrocinio y producción de David Bowie durante el desarrollo del LP. Fecha de lanzamiento: septiembre ocho de 1972, fecha que no podrán olvidar Hunter y sus muchachos.

Lo curioso del asunto es que el trabajo abre con un cover: Desde la penumbra maravillosa del underground proviene el tema de culto "Sweet Jane" original de Lou Reed y su Velvet, esta vez con un poco más de velocidad en la andanza de sus tres acordes básicos y una voz de Hunter que en varios momentos se confunde con la nasalidad de Bob Dylan. Pues más curioso aún, timbre folkie con facha glam haciendo versiones de rock underground...

TECLAS FINAS Y PERVERSAS

Siempre el teclado de Verden Allen es ingrediente que brinda finura a las composiciones de Mott the Hoople, se percibe bastante en los fraseos glamorosos de "Momma's Little jewel" mientras las alusiones sexuales y la frescura musical se desinhiben entre compases. Entretanto "Soft ground" envenena las teclas con efectos y algo de wah wah en una canción que es digna heredera de los juegos melódicos de Ziggy Stardust, la composición de Allen desfila en la incomprensión, en el piso frágil que debemos caminar en la vida, y en la diferencia marcada que antepone la sociedad ante semejantes mechudos con pinta estrambótica, quienes siempre serán tachados como antisociales por los abuelos.


Y una de las delicias del trabajo que juega lentamente con la perversión es "Sucker", sexo sin prejuicios que se exhibe en una cadencia seductora; Hunter, Ralphs y Watts exponen esa suciedad lasciva con todo el glamour posible: 'All I could hear was a voice give me more more more', 'My baby call me when she want a tale', en un juego constante de palmoteos sado en la percusión y una guitarra acústica que se acerca a lo virtuoso en pleno bacanal, y un saxo en segundo plano que incita a la lujuria de purpurina.

EL HOMBRE DE LOS LENTES OSCUROS


La fuerza creativa y la marca poderosa en Mott the Hoople la tiene en gran parte su vocal Ian Hunter, siempre con sus gafas oscuras y su posición heterosexual entre tanta ambigüedad, un enigmático hombre que esconde sus ojos en el escenario y exhibe su dylaniano timbre en casi todos los tracks. "Jerkin Crocus" es un despliegue de rock and roll sin prejuicios, provocador y altanero por parte de Hunter: 'I know what she want just a lick of your ice cream come I know what you say pappas in bed well hey hey hey'.

Pero así como se desboca en sus referencias netamente libidinosas, hace un interesante contrapeso en la canción de cierre del álbum, "Sea Diver", un profundo lamento de piano y voz que va creciendo con arreglos orquestales y que podría caber mejor en un Berlín de Lou Reed que en un trabajo propio: 'Something comes and something goes and something dies before it grows'. Hunter se ahoga en un clamor que lo hace tan humano, despojado de todo maquillaje y carga sexual.

CUERDAS DE SEIS MINUTOS


Mick Ralphs es el segundo al mando en talento, y gracias a sus riffs adecuados y su tratamiento de las cuerdas hace un sonido compacto. Es responsable de los casi siete minutos del segundo single del grupo "One of the Boys", con infección sabrosa de guitarras rockers y una buena base de bajo, tan rudo como la cerveza de media tarde y tan gregario que es necesario escucharlo entre amigos para corear 'I'm just one of the boys I'm only human so I ain't got much choice' y cabecear con el final caótico de dos minutos entre instrumentos furiosos.

Por otro lado, se aventura a tomar el micrófono y explayarse con la voz en "Ready for love/After lights", otros seis minutos y un tanto que tienen la postura interesante de combinar cuerdas acústicas y eléctricas en el estudio, buena mezcla que halaga los métodos de producción y que enaltece las virtudes del glam como género, pues el trabajo de los músicos en este tema es impecable, además de no ser tan complejo sino que lleva la cadencia de forma oportuna, envenena con los gritos de Ralphs el momento indicado y puebla el ritmo con versos iniciales que van creciendo de forma paulatina y que los deja listos para el amor: 'Give it to me you know what I'm talking of'.

El libro de Willard Manus que narraba la vida de un perezoso adicto al juego llamado Norman Mott fue la inspiración para el nombre de este quinteto, que después de intentar -sin pereza- conseguir el éxito, a la quinta llegaron a la vencida con este ya clásico trabajo de rock and roll y que tuvo el chance de divulgar su palabra a través de las estaciones de radio en Inglaterra, y que ha logrado convertirse en uno de esos ejemplares de culto que muchas generaciones aún no han logrado apreciar, pero que, en un golpe de suerte de emisora tal vez logre captar todas las emociones y las ganas de liberar al mundo de 'All the Young Dudes'.