22 mar 2010

QUE PADRE TAN BENIGNI!

Es un total zarpazo de buena voluntad y una afrenta a la adversidad con la mejor disposición y sentido del humor el que se guarda bajo el bolsillo aquel padre que se exhibe en la hermosa cinta La Vida es Bella (1997), con el personaje de Guido Orefice como eje contra el Eje, como risa contra el llanto, como belleza ante desesperanza. El genio tras la guerra convertida en juego ya es conocido en todos los mares y cinemas, su excelencia de buen genio Roberto Benigni.

La familia perfecta: Guido, Dora y Josué

En dos partes se resume el hilo narrativo de la historia: Primero en la conquista, el cortejo impredecible y la genialidad de improvisación que sostiene Guido con su amada profesora Dora en tiempos de paz, en unos años treinta románticos marcados por la parsimonia de un paraje llamado Arezzo que concibió en época gloriosa a Miguel Angel o a Petrarca, bajo un sol benévolo (y alguna lluvia conquistadora), unas calles en declive que corren como ríos generosos y llaves que vienen del cielo, sombreros de canje malicioso y salmones finos con camareros no tanto. El amor, la convicción bajo la influencia de Schopenhauer, la noble humildad y ante todo el sentido del humor son las banderas emotivas de un Guido dispuesto a la conquista.


La segunda parte de la historia viene con la llegada de Mussolini al poder y el desplazamiento de la población judía a los campos de concentración nazi. Esta vez el paisaje sombrío de trajes de rayas, sudores indeseables, duchas letales y fusiles amenazadores son combatidos por el ingenio de un juego creado por el padre para el hijo donde mil puntos son la consigna, el escondite es la premisa y un tanque de guerra es el premio. Deben compartir alojamiento mustio de hombres con cara de no futuro mientras en construcciones contiguas la madre ofrece su servicio de esclava con tal de no estar lejos de su familia.



Aquí viene lo fabuloso e increíble del holocausto: Mientras se vive la honda masacre de judíos en cualquier esquina con olor nazi, Guido (Un Roberto Benigni inspirado) se encarga de ofrecer un verdadero concurso, una carrera de observación marcada por el buen humor y el aliento de disputa contra la infelicidad. Sólo hay que recordar la escena en que se da la explicación de las reglas del juego, un alemán regordete de uniforme siniestro habla un idioma venenoso y el italiano cantado de Guido rompe con una traducción de piñata para engañar piadosamente al pequeño Josué, interpretado de magistral forma por el adorable Giorgio Cantarini.

Guido jugando a la guerra

Y hay más: Un padre empeñado en sostener su discurso de alta competencia, de juego inocente, cuando no se debe pedir merienda, cuando es prohibido llorar, cuando con ingenio permite a su hijo renunciar al juego en medio de la guerra y esta vez Josué cede a quedarse, cuando en el comedor impide ser descubierto por culpa del "Grazie" del niño en el juego del silencio, cuando a costa de lo que fuera el chico debe jugar a las escondidas hasta la llegada de la paz absoluta a este infierno disfrazado de parque de diversión ideado por un padre que sabe que una infancia marcada por la imaginación y el juego será mil veces más divertida que el recuerdo de los estertores de la guerra.

Y entre la sonrisa que despide la dentadura inventora de Guido surgen preciosos momentos de reencuentro con Dora (Nicoletta Braschi) a pesar de la distancia. En primer lugar, las voces de los protagonistas que roban velocidad del sonido en el micrófono nazi que baja la guardia un instante y deja pronunciar la esperanza en un discurso corto siempre iniciado por el memorable "Bongiorno principessa". Se mantiene la luz de vida mientras La Barcarola de Offenbach desbarata los cimientos insensibles del oscuro futuro, y la vitrola atraviesa toda clase de malos augurios, reavivando el idilio entre Guido y Dora, en edificios que despiden odio, pero que sucumben ante el hermoso acercamiento de la música como herramienta de amor.

La última prueba para ganar el tanque de guerra, las escondidas.

En momentos de tanta desesperanza e incertidumbre, aparece un universo paralelo recreado especialmente para olvidar los estragos de los fusiles y el desprecio étnico tan absurdo como maligno. Una ruta que, curiosamente hace ver una construcción tan parca y dañina como un tanque de guerra, como un sencillo juguete que emprende caminos con su cañón y sirve para saludar a los campesinos que siembran, a los tapiceros que saben de filosofía, a los doctores obsesos con acertijos y a los tíos con restaurantes finos y caballos verdes. Una fantasía que no cabe de dicha en la mente de un inocente infante que burló a la conflagración mediante la red de maravillosas mentiras que le ha inculcado su padre, para mantener la felicidad como objetivo para el resto de su infancia.

El padre y el hijo judíos, siempre juntos

A pesar de la inconsistencia del tiempo (la guerra inicia en 1939 y termina en el 45, y el niño no crece ni un poquito), y de ciertas faltas que pueden ser mortales para un judío, como un camarero enseñando italiano a unos niños teutones, estos pequeños furcios que se saltan la historia pasan a ser irrelevantes con el relato en el que se enaltece la consigna del amor paterno -y conyugal- por parte de un hombre que solo quiere brindar felicidad y bienestar a su familia, a pesar del oscuro cielo que cubrió a Europa durante los primeros años cuarenta.


Tres Oscar en su haber -entre ellos el de mejor película extranjera-, premios Goya, César y Cannes además de numerosos festivales, confirman que Benigni tiene el don de convertir la tragedia en belleza y la tristeza en sonrisa con un buen par de situaciones, y tales atributos como cómico que ha llegado a ser comparado con Buster Keaton, y de hecho es considerado el mejor actor del género durante los noventas. A veces se llega a pensar que padres como este en el film, solo puede haber uno, pero qué bueno que se pudiera engendrar una raza nueva de padres tan Benignis, para hacer de todos nosotros la Vida un poco más Bella.

9 mar 2010

GANG OF FOUR - ENTERTAINMENT!


Ante el furioso paso de la comitiva de crestas, jeans rotos y la filosofía de un futuro inexistente, el comienzo del fin del punk se transmite a todos los rincones del planeta junto a los últimos días de la década del setenta. Londres regurgita sus últimos pasos brillantes en esta doctrina musical con el apabullante grito del London Calling de The Clash, y el himno de directa competencia por parte de Paul Weller y The Jam, "Eton Rifles", mientras en las tierras del Tío Sam los Dead Kennedys destrozaban la imagen política de California y vomitaban en el capitalismo salvaje. Son los cantos del cisne de un fenómeno social que creaba mella en todos los sectores.

Paralelo al glorioso final de la era punk, se suscitaba alrededor su sucesor generacional en fuerte competencia con el new wave: El post-punk, que aún tenía entramados sociales en sus líricas para arreglar algunas cuentas pendientes que el punk no pudo concretar, pero esta vez con otros ingredientes. Amenos y con coqueteos al new wave como A Certain Ratio y Magazine; algunos mucho más oscuros y difíciles de desentrañar como The Cure o Siouxsie and The Banshees; existencialistas que pesaban sobre muchos jóvenes de la época que se atrevieron a pensar en ellos mismos, como les pasó a Joy Division o a Gang of Four.

LA PANDILLA DE LOS CUATRO


Leeds es una ciudad inglesa con lana por montones, así como de formación académica casi excelsa. Muchos universitarios de 1979 se reunían a debatir sobre el hombre, sus enajenaciones, sus políticas y sus aberraciones. La escuela neo-marxista de Frankfurt fue influencia clave en dos inquietos jóvenes, Andy Gill y Jon King, que querían transmitir todos los ideales heredados de Marx, Adorno y Godard en canciones. Pero la pandilla debía ser de cuatro y no de dos, por lo tanto el complemento vino con Dave Allen y Hugo Burnham.

Cada uno cogió instrumento y acordó llamar a la banda Gang of Four en honor al combito de chinos que hizo estragos en el Partido Comunista durante la revolución cultural del amarillo país. Basados en el movimiento del situacionismo como táctica en sus letras, emprendieron el camino de cambiar la visión del mundo con nuevas palabras y con una filosofía marginal que entraba a compartir litera con el existencialismo. Y muy inteligentemente decidieron escribir sobre ideas.


LA GUERRA COMO ENTRETENIMIENTO

Para septiembre de 1979 en Old Kent Road de Londres se materializa el primer disco de la pandilla, con una consigna muy clara en su título: Entertainment! No como material de consumo para el ocio en general, sino como una crítica abierta a la guerra y a los medios de comunicación que venden la sangre y el dolor ajeno como material de esparcimiento. Y con el legado de protesta que les ha dejado el punk, los cuatro de Leeds se encargan de darle un toque sensible y filosófico al asunto de la realidad mediante letras brillantes y momentos puntuales de la historia para sentar voz de reflexión y demanda con su propuesta.



Entre toda la camada de bandas post-punk, tal vez la más política fue Gang of Four, y si no que se hable de su carátula, un trabajo artístico en el que un vaquero y un indio se estrechan la mano mientras la gráfica es rodeada de un texto que literalmente dice: 'The indian smiles, he thinks that the cowboy is his friend. The cowboy smiles, he is glad the indian is fooled. Now he can exploit him'.

Y si vamos a la agitación de la protesta, hay que escuchar el primer tema del álbum, "Ether", con dicientes punzadas al gobierno de Irlanda del Norte, donde se encargaban de aislar a los prisioneros políticos en la cárcel de Maze en una categoría llamada SCS (Special Category Status) en unas construcciones siniestras de tortura y reclusión llamadas los H-blocks. Ante la discriminación y el maltrato, los afectados comenzaron a desaprobar su condición al no ponerse la ropa de dotación que daban a los prisioneros y preferían cubrir su cuerpo desnudo con sábanas blancas. De allí el 'White noise in a white room' que tanto cantó de forma herida Jon King, mientras la guitarra cortante de Andy Gill va subversiva, despidiendo el éter del disgusto por la injusticia.

Y la letra que perturba con hastío continúa en otro corte bélico como "Guns before Butter", cuerpos obligados a pelear, a eludir balas o a convertirse en organismos de pólvora incandescente: 'All this talk of blood and iron is the cause of all my shaking'. No sólo la voz sufre repugnancia por el tema, la guitarra se desgañita en alaridos de caos conformando una propia guerra de cuerdas con bombardeos inconformes en sus riffs, en tal vez el tema más noise del LP.

Pero el referente teñido de sangre en la lírica se sintoniza en el "5.45" , la hora de las noticias en un canal inglés , que exponen la brutalidad y el amarillismo del mass media que confortan a un público que no tiene que vivir los rigores y el dolor de la guerra, un televisor que vende violencia sin ningún remordimiento mientras el televidente la consume junto a las crispetas de la mesa de centro: 'Guerrilla War struggle is a new Entertainment'. Una sentida denuncia muy punk sobre la guerra en Centroamérica a finales de los setenta, especialmente en Nicaragua, país que en 1980 sería centro de atracción del disco Sandinista de The Clash.


LAS OTRAS VISIONES

Aparte de contar con una guitarra que parece cortar lo que se le atraviese, por los riffs de furia metálica de Andy Gill, era muy importante el ensamblaje que lograban entablar Dave Allen con su bajo muy funky y una batería magistral de Hugo Burnham, que parecía sincopada pero curiosamente trabajando a perfectos 4/4, con un sonido muy particular que involucraba esa transición de la agresividad punk a los matices alegres del new wave, algunos coqueteos con el reggae, y una clara influencia del actual disco-punk que propone gente como The Rapture o LCD Soundsystem.


De hecho, el tema "Not Great Men" debería ser el himno disco-punk de la década anterior, pues no existiría para nada algo como lo que hace The Gossip, o un "The Devil" de The Rapture sino fuera por esta deliciosa pieza de bajo y guitarras funk, que con rabia instintiva nos desmiente la teoría de la construcción de la historia a través de los grandes hombres (Carlyle), cuando lo que se encargan de hacer es destruirla. Volvemos a la postura del situacionismo de nuestros amigos de Leeds, donde lo que parece correcto no lo es y buscan refutarlo.

Las otras visiones nos hablan de una capa de vidrio, encerrados sin poder participar del mundo real, "Glass" es puro inconformismo existencial que quiere ahogar rutinas y mirar qué hay de verdad detrás del cristal, en coros repetidos que llaman al cabeceo y en un intro que por momentos nos desplaza al "So you want to be a rock and roll star" de los Byrds. Sin embargo, los Gang salen bien librados por los constantes cambios de compás, bastante marcados por la batería.


MI AMIGO MARX

Varias de las interpretaciones líricas en la voz de King evocan al barbudo Marx y sus consignas en libros como El Capital o sus fechorías trascendentales junto a Engels. La formación académica de Frankfurt se hace transparente en una tesis dividida en varios episodios musicales, comenzando por "Natural's not in It", que de una vez nos remite a la alienación ante el capitalismo salvaje y sus perjuicios, además de la visión de que todo lo que se mueve debe ser un negocio: 'Economic circunstances The body is a good business'.

La guitarra-segueta de Gill sigue siendo muy ácida cuando acompaña los pensamientos marxistas de la letra de "Return the Gift" en una concisa pero clara consigna anticonsumista: 'It's on the market You're on the price list'. Y la alienación de estos cuatro tipos continúa desvirtuando toda 'ventaja' que le puede vender Occidente a un ser común y silvestre, como lo es el acceso a los medios de comunicación y a los titulares de prensa, donde la idiotez se presta para enredarse entre bikinis, promesas políticas o falsos reportes de bonanza económica , la tramoya de distraer al mundo y mantenerlo con los ojos cerrados en "I found that Essence rare".


Mientras se plasman los decretos cercanos al comunismo en las muy políticas letras de Gang of Four, su música se presta para convertirse en tremenda influencia para grupos del futuro. Si vamos a los ochentas, en algunos pasajes los Devo tienen ese tono hermético y cambios bruscos. Si nos vamos al 2000, cualquier Franz Ferdinand no puede negar que su sonsonete viene de atrás, cualquier Kaiser Chiefs tiene que aceptar cierta influencia, cualquier The Rapture tiene que reconocer que tiene un papá con nombre propio, con cuatro miembros y con un respeto profundo por el amigo Marx.

AMOR CON DESDÉN

A pesar de ser una banda con sangre muy política, el primer sencillo que decidieron publicar fue un tema aparte de la realidad social, y se centraba más en la lujuria. "Damaged Goods" es uno de esos grandes clásicos con sonido que perfectamente cabe en las cuotas radiales indie rock actuales, y que habla sobre el sexo sin amor, la forma europea de no aplicar sentimientos al asunto de las camas hirvientes y que corrobora el desencanto por las emociones por parte de King y Gill: 'The sins of the flesh are simply sins of lust'. Si hoy lo llegamos a escuchar en una emisora, es digna competidora de cualquier tema de Bloc Party o Editors, puro indie marca 1979.



Amor con desdén es la filosofía de vida que viene a estos 'post-punketos', pues todos los asuntos emotivos se convierten en trámites, como en la canción "Contract", que demuestra que las relaciones siempre son búsqueda de provecho por bienes y mas no por emociones, 'Is this really the way it is Or a contract in our mutual interest'. Nunca algo tan insensible sonaba tan compacto a nivel musical, ese situacionismo plasmado en notas de bajo muy definidas y en batería diestra es muy disímil de aquella triste creencia del amor como procedimiento notarial.

Una de las más interesantes piezas del trabajo es la canción de cierre, "Anthrax" es puro veneno infestado de feedbacks y drones, digno de los primeros experimentos de la Velvet Underground, puro ruido virtuoso que va contaminando el oído y lo va infectando con una cadencia oscurísima y fatal en post-punk en toda su pureza, perfecto caos que toma armas contra la gente que idealiza el amor y lo convierte en objeto de cursilería, grupos y cantantes melosos que empalagan de ensueño los latidos de las parejas y que vienen y van solo por amor. Los Gang of Four no juegan a esa ronda de color rosado intenso: 'Love I'll get you like a case of anthrax And that's something I don't want to catch'. Como quien dice, el amor es una enfermedad, y hay que sentir desdén por él...


COMO UNA MÁQUINA DE VAPOR



Para llegar a un relativo suceso en listados importantes en el Reino Unido tuvo que arribar una máquina de vapor sonora y plantarse en el Número 58 de las canciones del momento. Número 58! Su más grande éxito! Y se llamaba "At Home He's a Tourist" Con un ritmo efectivo que asomaba un Allen con bajo de color negro -que por momentos se confunde con la competencia musical de la época, el disco- , una cabalgata maquinada por el bombo y los tambores de Burnham, la guitarra siempre rechinante de Gill y la voz muy compatible de King, sonaba un post-punk pegajoso pero no por eso dejaba de ser reacio, y mostraba de nuevo su preocupación por la condición humana.

"At Home He's a Tourist" fue un tema apreciado por gente como John Peel y emisoras de todo el Reino Unido. Su permanente alienación se dejó notar de nuevo en las letras con rimas como 'At home he feels like a tourist He fills his head with culture He gives himself an ulcer'. A pesar de la enajenación de la lírica el grupo fue llamado para tocar en Top of the Pops con la condición de cambiar en el fragmento 'And the rubbers you hide In your top left pocket' la palabra 'rubbers' por 'rubbish', a lo que los cuatro pandilleros no accedieron y por consiguiente no volvieron a ser invitados para darse su pantallazo. Igual, ellos odiaban el mass media.


Un título muy diciente el de este trabajo, que arroja el repudio sobre la industria del entretenimiento y que revierte la imagen que producen los noticiarios y los medios como tal en el afán de proponer la carne humana despedazada y la sangre salpicada al lente como platillo principal a la hora del almuerzo del ciudadano promedio que mientras come patatas también come televisión. Con una actitud muy punk, pero con entradas de corte existencial y un poco más reflexivo y elaborado a nivel musical, los Gang of Four lograron crear un interesante producto no apto para la gran masa, pero sí clave para la comunidad que no quiere que la guerra siga siendo objeto protagonista en la franja televisiva de horario triple A.