16 dic 2011

CINEMA COLOMBIA 2011


Creciente es el número de filmes colombianos en exhibición en las salas de cine locales. La oferta se descentraliza cada vez más y logra salir de la historia estereotipada por el polvo blanco, los fusiles selváticos y los traseros calientes envueltos en sábanas de narco. El 2011 es un año que ha traído un importante respiro a la creación de historias y la variedad de propuestas, y si bien no ha sido un ejemplarizante listado de filmes que queden como estandarte en el patrimonio criollo, logra cumplir con el objetivo de darle distintos matices al trillado concepto de cine colombiano. Era hora de buscar salidas alternas y emanciparse del estereotipo.


El primer filme 3D en Colombia: Pequeñas Voces.

Fueron dieciséis las cintas colombianas estrenadas en las salas nacionales hasta la fecha, mostrando distintas calidades, colores y temáticas. Desde la típica comedia de taquilla hasta el terror psicológico, pasando por varias visiones femeninas de la vida hasta encontrarnos con el tema de siempre -la guerra- pero a partir de protagonistas sin explorar como los niños. Como siempre, el comportamiento de asistencia a salas para ver cine colombiano fue discreto, exceptuando el fenómeno El Paseo, con más de millón y medio de asistentes. Aún la gente no le cree al formato local y tiene serias dudas al tentar su bolsillo a invertirle al esfuerzo nacional. Algunas películas dan la razón a este temor, otras sufren el peso de los antecedentes.

Pero, entremos en repaso cronológico por este Cinema Colombia del año antes del fin del mundo maya. El Niño Dios siempre se confabula todos los años con Dago García y su gente para lanzar una típica comedia para divertimento de los comensales de natilla y buñuelo. Reclutaron a un director que trabaja sin prejuicios comerciales -Harold Trompetero- y crearon una historia de lo más normal, la excursión de la risa cliché. El Paseo dominó las taquillas durante comienzo de año con un formato sencillo, una historia de viaje accidentado que guardaba debajo de la sonrisa barata el mensaje de la unión familiar. Se rescata el recorrido Vive Colombia viaja por ella con algunos parajes agraciados y la intención de integrar familias disfuncionales. Pero se recuerda a Gustavo Nieto Roa en los ochentas con aquella fórmula de comedia predecible que -no se sabe cómo- convoca a miles de personas a ver la cinta.

Una familia disfuncional, una taquilla disfuncional. El Paseo.

Luego de la blancura cachaca de Antonio Sanint y su humor inocente, pasamos al lado negro de las risas. La ópera prima de Jaime Escallón se basa en el guión del muy vendido libro Recursos Humanos de Antonio García y se alista para la escatología visual. El Jefe es una comedia negra que muestra el socarrón abuso de poder de alguien que nunca lo ha poseído, y una serie de acontecimientos que giran en torno a la organización de una fiesta empresarial. Con una dirección de arte peculiar -parece de comienzo de los noventas-, un sexy y traicionero estilo de Katherine Porto y una fábrica fachada que elabora en simultánea dulces y detergentes, El Jefe generó opiniones divididas entre el público y fue de amores para los seguidores de la escatología y el humor impío, y de odios para quienes buscan metáforas hermosas o lecciones de vida. Con momentos risibles y personajes no tanto, la cinta llegó a los 318.000 espectadores, pero no pasa a la historia con gloria.

En marzo se estrenó Los Colores de la Montaña dirigida por Carlos César Arbeláez. Primer filme del año con la guerra como eje temático, pero con el foco centrado en la percepción de tres niños del campo. Un bonito retrato rural que tiene como símbolo de fragilidad y esperanza un balón de fútbol y que cuenta con grandes actuaciones -Hernán Ocampo como el niño protagonista y Hernán Méndez como su padre-. Una escuela de vereda que se desvanece con la violencia sin tonos gráficos explícitos y un idílico paisaje rural que trae momentos de ilusión. Lástima el montaje tan fragmentado y sin enlaces. Los Colores de la Montaña es la película que se tiene en cuenta para la pre-selección de las nominaciones a mejor filme extranjero en los Oscar 2012.

Los niños que viven el campo...de guerra. Los Colores de la Montaña.

El estilo de comedia romántica muy poco o nada se ha explotado en nuestro país. El director Juan Pablo Bustamante se atrevió a proponer un cortejo decorado en Cartagena con Lecciones para Un Beso, promocionada en abril. La apuesta de tres hombres con distintas tácticas de seducción para conseguir la mujer deseada y de paso asesorar el primer beso de un adolescente es una propuesta ligera y juvenil que refresca los colores sangrientos de la cartelera. No es pretenciosa, no es inmarcesible, no enseña a besar, pero cuenta con el plus visual de La Heroica para antojar al público ajeno a esta ciudad y para descubrir la belleza exótica y cautivadora de Vanessa Galvis, coprotagonista de la historia junto a José Julián Gaviria y Cristina Umaña. Besos costeños para amenizar el invierno.

Mayo trajo tres filmes nacionales de distinto calibre. Recordado por La Virgen de los Sicarios, Juan David Restrepo escribió, dirigió y actuó en su tragedia urbana En Coma, intentando crear con tono Shakespeare moderno el sicariato en Medellín y una historia de amor marcada por un destino fatal; buenas locaciones, balaceras inofensivas, un alumbrado navideño que enaltece la Capital de la Montaña y una destacada intervención de Edgardo Román haciendo el rol del matón Piraña. Luego, el guión liberador de Karen Llora en un Bus se hizo presente con la dirección de Gabriel Rojas, donde se narra una historia emancipadora de una mujer sometida a las labores domésticas que quiere romper con el ítem machista, una gran historia decorada con una fotografía rústica y triste que no equiparó con el peso de la narración. Finalmente, el ecléctico Harold Trompetero repitió producción, esta vez sin presiones comerciales y con un guión propio: Locos fue su octavo largometraje, inspirado en el amor y en las consecuencias que trae ese estado, más si se genera en un manicomio; un pintor y una interna psiquiátrica sostienen una pasión fuera de cordura, bajo un sonido minimal, con un desarrollo pausado y con tonos esquizoides y cómicos en algunos pasajes, siempre bien respaldado por las actuaciones de sus protagonistas Marcela Carvajal y César Badillo, un interesante experimento vapuleado por la gente gracias a la mala fama de Trompetero y sus antecedentes filmográficos. Igual, pregúntenle cuánto le importa.



La sonrisa maliciosa de la Parca en Todos tus Muertos.

Carlos Fernández de Soto parece maldecido por un ojo blasfemo. Tiene buenas historias, pero las desarrolla de forma horrible ante el lente. Luego de su mal recordada Colombianos un Acto de Fé aparece con Cuarenta a mediados de año, una reflexión pausada sobre los rigores y las expectativas del cuarto piso cronológico planteada por tres amigos, con un ritmo somnoliento y una fotografía poco respetuosa, en un segundo intento por salir bien ante la audiencia con el triste resultado de una semana en cartelera -1084 espectadores-. No fue la misma suerte la que corrió Todos tus Muertos, de Carlos Moreno. Estrenada una semana después de Cuarenta, contó con el respaldo de buenas menciones en festivales y el gancho de ser la segunda cinta del director de Perro come Perro. Un ritmo pausado, tonos suspensivos y sonrisas escondidas bajo el ambiente caluroso y mortífero de un pueblo en elecciones que carga con el descubrimiento de una masacre incómoda. Gran trabajo fotográfico y reiterados aplausos para un ícono del cine nacional, Alvaro Rodríguez. La guerra bajo la negrura cómica hecha por Carlos Moreno, una de las películas rescatables del año.

Agosto fue el mes hollywoodense en las esferas colombianas. Los hermanos Orozco le apuestan al cine de alta factura, con gran presupuesto y de ritmo vertiginoso. Si uno ve Saluda al Diablo de mi Parte, no parece confeccionada en territorios locales. No se identifica plenamente con ninguna región así hable de secuestro y guerrilla, es un universo paralelo convertido en una trama de acción untada en sangre y persecución. Con un score orquestado, protagonistas foráneos y diálogos sin modismo, es un filme que se puede ver afuera y no reconoce nacionalidad, mientras se desarrolla una historia de venganza perpetrada por un ex-secuestrado minusválido. Se vuelve a hablar de grupos subversivos, de sangre y de dolor, pero desde un enfoque más... global por decirlo así, bienvenido por los amantes de las balaceras y los rencores hechos desquite. Seguramente les funcione la fórmula a los Orozco en otros países.

Septiembre tuvo de nuevo a Cristina Umaña como cara conocida en el celuloide, y su aparición en la película La Vida "era" en Serio, dirigida por Mónica Borda. Otro intento de emancipar a la mujer como en Karen Llora en un Bus, pero con la historia de una madre y esposa que sí trabaja y carga con la rutina familiar y laboral como peso de su existencia. Intenta liberarse y darse un aire a través del desorden mundano, pero la trama se va perdiendo con el tiempo y el desinterés de la audiencia es la consecuencia final. El mismo mes se estrenó el primer largometraje
colombiano en 3D Pequeñas Voces de Jairo Carrillo, un hermoso pero triste retrato animado de el conflicto armado, sustentado casi de forma documental por cuatro testimonios de niños que vivieron la guerra, con la ayuda de los mismos en la elaboración de los dibujos, y con la cuota de ser el primer filme de su clase en Colombia, que vale la pena apreciar después de un fugaz paso por la cartelera local. Cerrando el mes de amor y amistad se estrenó Póker, ópera prima de Juan Sebastián Valencia, que concentró y enlazó cinco relatos distintos sentados en una mesa de juego, con un montaje aceptable y un desarrollo de tensión expectante que promete, pero que al final se cae con un desenlace poco satisfactorio. Se rescatan los orígenes y los propósitos de los personajes para jugar la partida de su vida como plus narrativo, lástima el cierre del film. Mejor suerte para la próxima.



Un páramo que da miedo. La ópera prima de Jaime Osorio Márquez


Una de las mejores campañas de expectativa la tuvo el filme de terror psicológico El Páramo, bajo la dirección de Jaime Osorio. Y pareció cumplir con las probabilidades, pues muchos de sus asistentes lograron asustarse y dejarse llevar por la narración de un grupo de soldados que son atacados por la paranoia y el desespero, mientras aguardan por un enemigo invisible. Rodada con actores anónimos en pantalla grande -el único reconocido es Juan David Restrepo de En Coma- y con un magistral diseño sonoro, el tema de la guerra de nuevo tiene otro enfoque y logra dar en el clavo causando distintas sensaciones a las habituales desazones de balas subversivas o los predecibles secuestros y rescates heroicos, aunque le hubiera ido mejor recortando algunos minutos de tensión reiterativa. Tratamiento de color adecuado, dirección de fotografía con juegos de foco borrosos y un depredador a lo largo del film: El miedo.

Los últimos rollos en exhibición colombiana tuvieron un tema en común: Los falsos positivos, que tan de moda puso el gobierno anterior. Primero se presentó Postales Colombianas, de Ricardo Coral, que con acotaciones hilarantes y un guión dividido en segmentos que parecieran cotidianos, nos introduce en las vidas de tres hombres que sin querer queriendo se obligan a manchar su historial como seres humanos, y tres mujeres que sufren las casualidades de la tragedia, todos envueltos en la triste estadística de los desaparecidos que engrosaron los números de falsos positivos. La historia, cortando varios diálogos gratuitos, funciona, lo que no funciona es su trabajo visual, que es mas bien tosco y poco propositivo. Desde una visión más marginal e inocente viene la película de Colbert García Silencio en el Paraíso, que trata mejor la fotografía, el vestuario y la dirección de arte, pero que no tiene actuaciones contundentes y desarrolla la historia de modo demasiado lineal y predecible. Dos posturas cinematográficas que hablan del mismo tema, pero se ubican en distintas zonas geográficas y desarrollan picardías de distinto nivel, una más madura en el relato, otra más madura en la cámara. Nada es completo.

Voces de la marginalidad envueltas en Falsos Positivos. Silencio en el Paraíso.

El Cinema Colombia 2011 nos deja un prontuario de más filmes en cartelera que en años anteriores (y eso que quedan pendientes los estrenos del 25 de diciembre, la premiada Porfirio y las que les falta el trámite de distribución), temáticas más variadas, visiones personales de sangre nueva, algunos ejemplos de calidad fotográfica y un largometraje animado que desde ahora sienta precedentes. La cantidad no es sinónimo de calidad, pero sí significa movimiento. Y para que esto se siga moviendo, es necesaria la generación continua de nuevos rollos y propuestas, de salidas de la típica convención guerra-narco, de alternativas audiovisuales que ventilen el panorama, y especialmente, de historias, de historias que nos susciten alguna sensación, ojalá memorables y dignas de cualquier tertulia sobre cine.