16 dic 2013

CINEMA COLOMBIA 2013


Cuando se esperaba un repunte en la distribución de películas colombianas que superara el heroico movimiento registrado en 2012, hubo una pequeña pausa en el camino. Y esta vez sin mucha prisa, sin mucha calidad, las pantallas con sabor a lo nacional bajaron la intensidad en las proyecciones y ese boom registrado el año anterior pasó a cierta moderación (de 22 a 16 largos), con la coproducción con otros países como recurso y con una apertura interesante a la exhibición de largometrajes documentales y a darle cabida a una región en el cine que no es muy común en nuestro país pero que bien vale la pena mantener en observación, los exponentes del cine de la costa caribe que no se dejaban ver desde los fotográficos pasajes de Ciro Guerra.

Como es bien acostumbrado, el empalme entre el año maya y el 2013 abrió la cartelera con los siempre taquilleros títulos de Dago García junto a su paladín de los últimos años Harold Trompetero, rodando la secuela de uno de sus filmes más vendedores en su historia. El Paseo 2 viene con los mismos tópicos de la primera: chistes blancos y flojos fabricados en el entorno de una familia disfuncional, anécdotas que buscan el divertimento y un plan turístico en Cartagena que resulta lleno de enredos y reveses provocados por el padre de familia interpretado esta vez por el 'importado' John Leguízamo. Una comedia familiar que si bien no tuvo la misma recaudación de la primera entrega, tuvo un extraño poder de atracción entre los espectadores de cine vacacionales y 1.431.800 personas dejaron de pasear en su país por ir a pasear al cine.

 

Comenzando el año se vio la luz cinematográfica apuntando a Lo Azul del Cielo de Juan Alfredo Uribe, un director con experiencia en el campo documental y cortometraje, por primera vez apostándole a un largo. Un drama que divide la historia en dos partes, la primera se desarrolla en medio del secuestro de un español y la siguiente luego de su deceso en el intento de rescatarlo. La conexión en este suceso la tiene Camilo (Aldemar Correa) quien es el joven e inexperto carcelero del secuestrado y quien luego se ve involucrado en la vida de la hija del difunto raptado, donde el amor, las dudas y un pasado en el papel de juez se encargan de darle la tensión a la trama, sin lograr cautivar del todo al espectador. Con puestas en escena de tono teatral, una hermosa apología gráfica del Principito y una actuación destacada de Noëlle Schonwald, Lo Azul del Cielo es un film que se queda en tono gris a la hora de apreciarlo.

Febrero fue el mes de la coproducción. A falta de fondos, buenas son las alianzas. Sin ser una película colombiana, es bueno mencionar la controvertida exhibición de la francoespañola Operación E dirigida por Miguel Courtois. Basada en hechos reales, se cuenta el vertiginoso periplo del bebé de la política Clara Rojas secuestrada por las FARC, quien queda bajo el cuidado de un campesino (en magnífica interpretación de Luis Tosar) y debe ser salvado de la desnutrición y las fiebres. Rodada en Colombia y con la participación de la actriz Martina García es una visión cruel pero realista del conflicto con la población rural como carne de cacería, que está obligada a tomar partido o huir. De la realidad de la guerra pasamos a la realidad de la coca con Pescador, otra coproducción pero esta vez entre Ecuador y Colombia. Con el mando de Sebastián Cordero nos lleva a la costa ecuatoriana donde un cargamento de cocaína cae en manos de un ingenuo pescador, quien emprende viaje con una maliciosa colombiana (María Cecilia Sánchez) para poder vender la mercancía. Llena de strobes, jump cuts y un ritmo ágil en su desarrollo audiovisual mientras La 33 le impregna sabor salsero, el film va de más a menos hasta un final no resolutivo. Pescador es la apuesta al crecimiento del cine en Ecuador, que poco a poco va haciendo efectivo su anzuelo con la audiencia.


Generalmente Cali es el tópico a nombrar cuando de cine colombiano se trata. En 2013 se rescata la presencia de la costa caribe en el panorama cinematográfico, luego de los recuerdos dejados por Pacho Botía, Ernesto McCausland y Ciro Guerra. El director esta vez a nombrar es Iván Wild, quien luego de desprenderse de su trabajo como montajista, logró hacer visible en marzo su ópera prima Edificio Royal. Una película extraña, pausada, con viajes de steady cam, coloreada de muerte en medio del calor barranquillero, enmarcada en un edificio representativo de la ciudad que se resiste a morir entre las cucarachas y con una comicidad fúnebre representada por los habitantes del recinto. En aquella propuesta de lenta picardía se vislumbran sueños con Tom Cruise, un ataúd en la mitad de un comedor, lecturas fatalistas del tarot y una decadencia que poco a poco nos conduce a la muerte. Una particular y aceptable propuesta costeña de Wild, que le da un nuevo aire a los guiones colombianos, que tanta respiración necesitan.


A Andi Baiz le encanta explorar el mundo de los personajes trastornados por las circunstancias. Uno de sus mayores retos fue poder ambientar la Bogotá de los 40s con Roa, su tercer largometraje lanzado el 9 de abril. Y logró crear un film histórico con una excelente dirección de arte de la mano de Diana Trujillo para revelarnos algunos detalles de los días previos al Bogotazo, basados en el libro El Crimen del Siglo de Miguel Torres. Juan Roa Sierra es un hombre ingenuo, desempleado, que se cree la reencarnación de Santander y termina involucrado en la conspiración para asesinar al caudillo Jorge Elíecer Gaitán. Se destaca la ya mencionada dirección de arte, el villano anónimo encarnado por Julio Pachón y un gran trabajo en el score. A pesar de no darnos una pista concreta sobre el autor del asesinato y dejarnos en ascuas, la recreación del libro es convincente y el ojo de Baiz mantiene la pulcritud de Satanás y La Cara Oculta y poco a poco va consolidando la buena imagen de los directores caleños.


Mayo llegó con dos filmes de distinta naturaleza. El primero se introduce en los estratos bajos de la ciudad que quiere recrear el panorama de los colegios en la zona. Gabriel González Rodriguez dirige Estrella del Sur y nos transporta a un colegio de barrio lleno de problemáticas juveniles; el machismo, las drogas, el bullying y la desesperanza como aderezos emocionales, con la amenaza de limpieza social en la localidad como ingrediente adicional. Rústica en su propuesta audiovisual, es una historia que promete pero se va quedando con la falta de credibilidad en algunos diálogos y cierta precariedad en lo estético, y finalmente se estaciona en un limbo entre la realidad y la ficción. La segunda cinta se adentra en otros estratos y con otros propósitos. El Control es una comedia blanca dirigida por Felipe Dotheé, que nos muestra la historia de una familia cachaca que con el paso de los años va viendo como el televisor se va convirtiendo de un elemento de unidad a uno de divergencia. Políticamente correcta y de un humor blanquísimo, cuenta con una dirección de arte y vestuario dignos de aplauso pero a veces peca por su falta de malicia y unos relatos en off que desdibujan las sorpresas. A pesar  de esto nos invita a una interesante reflexión sobre la influencia del televisor en las familias. El Control fue la segunda película colombiana más taquillera del 2013 detrás de El Paseo 2, con una audiencia de 259.000 espectadores.

Uno de los directores más prolíficos del cine colombiano es Harold Trompetero. Está a punto de superar la proeza de Gustavo Nieto Roa, a quien le empata con nueve entregas. En julio salió su más reciente pieza De Rolling por Colombia, un stand up comedy convertido en película, con el auspicio gestual y ruidoso de Andrés Lopez y su comedia cada vez más desgastada. El relato de dos amigos locutores que narran la Vuelta a Colombia en los años cincuenta es el centro de la trama, lo inusual es que se inventan toda clase de peripecias para narrarla desde una simple cabina de radio. Aunque tiene un par de gags risibles, Jimmy Vásquez se introduce de forma aceptable en la comedia y Natalia Durán hace gala de un look evocador, el desgaste de una sola locación durante más de una hora de película y la repetición de gags provoca un desgaste en el ojo y en las ganas, haciendo que la subida a la cuesta en bicicleta se vaya en bajada sin regreso. Ni las buenas intenciones sonoras de Monsieur Periné logran salvar el ritmo del filme. Sin embargo, Trompetero sigue de rolling por el cine nacional y no para, pues se espera el estreno de Todas Para Uno, su décima cinta.



Muy lentamente se va introduciendo a la cartelera nacional el documental. Va despacio, pero puede anunciar en un futuro grandes cosas para el género. En agosto la bonita sorpresa de ver La Eterna Noche de las Doce Lunas fue un gran logro por parte de su directora Priscila Padilla y su equipo de trabajo. En narración lineal nos cuenta el encierro durante un año de una niña que se convierte en mujer y se ciñe a las tradiciones wayuu de la Guajira. Lindo tratamiento del color, una muestra poética del encierro y un repaso por las costumbres ancestrales son parte de esta propuesta que recrea un universo de la Colombia que no conocemos. Al mes siguiente nos encontramos con otro documental nacional en cine, con otra mujer detrás de su elaboración. Patricia Ayala lanzó Don Ca, el retrato de un hombre blanco que se enamora de las costumbres negras en el Guapi del Pacífico. Un personaje potente de testimonios valiosos que nos habla de un paraíso que se ha ido convirtiendo en infierno por la invasión de las balas, con varios cuadros metafóricos y un interesante trabajo fotográfico. Lo curioso es que la pretensión del documental en Colombia es romántica y se aleja de la taquilla, el mismo Don Ca lo puede afirmar con su frase "Cuando no quieres nada lo tienes todo".

En agosto se lanzó una nueva coproducción, meses después de Pescador. Esta vez España fue la cómplice y Crimen con Vista al Mar fue lanzada con grandes expectativas, pues contaba con la dirección de Gerardo Herrero y la actuación de Carmelo Gomez, españoles con premios en su haber. La historia de un asesinato ocurrido en un hotel playero se va desenredando con la investigación de un detective (Carmelo, en una torpe interpretación) y los testimonios de los huéspedes, que poco a poco van encajando los cabos sueltos. Sin mayores pretensiones audiovisuales, discreto en la sonoridad, mucho calor, playa y los debuts en cine de Jorge Enrique Abello y Ana Bolena Meza, este crimen no logra resolverse del todo en la satisfacción del espectador, y su paso por la cartelera nacional no tuvo pena ni gloria.


El crimen se mantiene en los argumentos de octubre con dos nuevos filmes. Antonio Dorado regresa a la ficción luego de su exitoso documental Apaporis Secretos de la Selva (2012) y de hacer uno de los narcofilms más rescatables en su época, El Rey (2004). Amores Peligrosos es una apología de este último desde el punto de vista femenino. Una joven de clase media quiere ser millonaria y se involucra lentamente en el negocio de la mafia, formando triángulos amorosos nocivos para su futuro. La cinta más caleña del año, impregnada de Guayacán Orquesta, Juanchito y el Cartel de Cali, se ambienta en unos años ochenta con la droga como coprotagonista, pero se queda muy atrás comparada con El Rey. Otra que se quedó atrás fue Secretos, la nueva entrega de Fernando Ayllón quien esta vez quiso explorar un lado más terrorífico con la historia de un hombre casado que durante un viaje termina involucrado en un affaire con una mujer de oscuro pasado. Repiten varios miembros de la tropa de la comedia Porqué Dejaron a Nacho (2012), también dirigida por Ayllón, y la experiencia tampoco es muy afortunada en la crítica, por un exceso en el diseño sonoro en la intención de asustar, y las actuaciones no del todo convincentes y la falta de fuerza en el relato. Se avala un aceptable trabajo en la fotografía, el maquillaje y los trucos de edición en las escenas de flashback, y también promover poco a poco ese género que poco a poco incursiona en las historias nacionales, luego de Al Final del Espectro, El Páramo o El Resquicio.

     

Octubre, luego de Amores Peligrosos y Secretos, fue el mes más prolífico en estrenos de cartelera nacional. Al tercero va la vencida dirían algunos, y se cumplió esta consigna con el estreno de quizás, la mejor película local del año. Otro barranquillero, Roberto Flores, nos regaló  un hermoso retrato de las minas de sal en el Caribe con Cazando Luciérnagas, una película eminentemente fotográfica, contemplativa y humana. Un hombre  gruñón y solitario (Marlon Moreno en un gran papel) recibe la inesperada visita de una hija de cuya existencia no estaba enterado; allí tendrá que aprender a volver a aceptar su humanidad y a recordar que la calidez aún existe. Con un trabajo muy reposado en el montaje, el filme va construyendo despaciosamente una relación fraterna y un entorno geográfico, que si bien es agreste como el protagonista, no deja de ser atractivo. Cazando Luciérnagas es otro comprobante de que en la costa se fragúan interesantes historias, con una estética agradable al ojo.

Cerrando el prontuario de 2013 asomaron otras dos producciones que se alejaron de las balas y los alcaloides, cada una con distinto estilo. El caleño Colbert García se inclinó a rodar su segunda cinta con tono cómico en La Justa Medida, la evidente frustración de un hombre casado que se queja por tener el miembro pequeño y busca remediar esta pena sexual a través de varios métodos. A pesar de tener como centro temático la sexualidad, sus metáforas y diálogos no son ofensivos y se aproximan al humor blanco; gana por naturalidad y la carencia de excesos y nos da una visión reflexiva sobre la vida matrimonial; lo refutable es su tamaño, donde en una historia más corta le iría mejor al filme. La última película del año fue la que tuvo el menor tamaño en asistencia, con apenas 1.100 espectadores y unos horarios de cartelera injustos para su distribución. Crónicas del Fin del Mundo es el debut de Mauricio Cuervo en largometraje, donde nos lleva a un relato sencillo sobre un adulto mayor que lleva encerrado en su apartamento veinte años por miedo al terrorismo y espera el fin del mundo sin mayor consuelo que llamar por teléfono a sus antiguos enemigos a cantarle sus verdades. Minimal en lo audiovisual, confeccionada con las uñas y con la sencillez como consigna nos habla de la paranoia, de la zozobra de los últimos tiempos y la demostración de que el mundo lo acaba uno mismo. Difícil de digerir con el ojo, pero con algunas frases para la cabeza, esta cinta hubiera tenido mejor suerte si se hubiera estrenado en la época del delirio maya.

Termina un año que como balance nos trae el repunte del cine costeño del cual se va escribiendo un prontuario de buena calidad y que poco a poco anuncia mejores cosas para el futuro; una extraña parsimonia con Caliwood, que después de tener el mercado lleno de componentes del Valle, apenas se asomó con Amores Peligrosos  de Antonio Dorado y los esfuerzos de Andi Baiz y Colbert García con propuestas rodadas en Bogotá; una grata mirada al documental, que esta vez contó con dos buenos títulos en cartelera;  un crecimiento moderado  en producción y una baja en taquillas, que sigue siendo la triste referencia excepto los casos de Dago García Producciones. Pero el rollo continúa andando, las tramas se siguen diversificando y se hace un llamado para que otras regiones del país se asocien a la contribución de un patrimonio audiovisual, desde el Amazonas a la Guajira, para seguir construyendo país a través de la imagen.

15 nov 2013

EPMD - STRICTLY BUSINESS


1988 fue un año mágico para el desarrollo del hip hop. Luego de el paso de los beats minimales llegaron con fuerza los samples, las líricas gangsta y la apertura a un mercado cada vez más amplio dentro del gremio. Public Enemy era la conciencia política de entonces y el estandarte por la reivindicación de la raza negra, N.W.A. era la letra subversiva e insolente pionera del gangsta, Boogie Down Productions cultivaba el modo de rap conciencia y 2 Like Crew se ocupaba de las rimas libidinosas y las curvas peligrosas. Entre este brillo de vertientes y propuestas se incluye un dúo neoyorquino que se encargó de mejorar el nivel de producción musical, incluir géneros ajenos al disco en los samples, comenzar a construir duelos vocales y moldear egos en sus líricas. Allí estaban los EPMD.

It's My Thing by EPMD on Grooveshark


UN NEGOCIO FUNKY

Su acrónimo prácticamente fue su búsqueda inicial: Erick and Parrish Making Dollars no sonaba nada altruista, pero era parte del contexto del hopper que buscaba un mejor mañana. Erick Sermon (E Double E) y Parrish Smith (PMD) provenían de Brentwood en Nueva York con el ánimo de hacer de la riqueza su cotidianidad. Russell Simmons (el famoso fundador de la disquera Def Jam) les dio una temprana ayuda como manager y lograron insertarse en los estudios de Sleeping Bag Records en 1987 para elaborar, sin pensarlo, uno de los discos claves de hip hop de la década de los ochenta. Era la hora de hacer su negocio.

El proceso de grabación de este álbum logró compilar aspectos novedosos y peculiares. Se olvidaron del old school y se atrevieron a incluir en su menu musical samples de rock y soul, pero especialmente de funk, dando como resultado un producto con acentuada sabrosura en las bases rítmicas. Le dejaron la protesta a Public Enemy, las balas a N.W.A.  y la conciencia a KRS-One para comenzar a trabajar en las rimas egocéntricas, desafiantes y creativas, haciendo alarde de un estilo particular para componer. Y aunque sus voces no son intensas y mantienen una línea relativamente plana, los dos MCs lograron conjugarse bien entre rimas y formaron un buen equipo, secundados en las tornamesas por su buen amigo DJ K La Boss y su talento para enebrar scratches efectivos.

                                                     


SOBERBIOS SAMPLES

El sample les dio la gloria. Una canción de reggae, luego una canción de rock con sabor funky, luego un sample para el rap. "I shot the Sheriff" ha probado todas estas facetas y en todas ha triunfado, sufriendo con placer su última mutación en "Strictly Business", uno de los clásicos del hip hop de todos los tiempos. Este segundo single de su LP tocó los listados de los dos lados del Atlántico sin ser el del tope, pero con una enorme influencia para la posteridad. Desde allí E Double E y PMD sacaron su arsenal rítmico y su letal desafío para el resto de sus congéneres musicales, 'I'm as deadly as AIDS when it's time to rock a party'. Una soberbia lírica que se desparrama en muchas de las canciones del trabajo, por ejemplo en "I'm Housin" donde mantiene ese tono ostentoso de rimas inalcanzables y al ritmo bailable del sample de "Rock Steady" de Aretha Franklin, que consolida una fuerte inyección de funk a su disco. Esa canción también mutaría a otro género bajo los esquemas de Rage Against the Machine en el 2000.

'The businessmen' 

Todo el disco está impregnado de funk y rock en samples. Otis Redding, Beastie Boys y the JB's consolidan una amalgama de black party en "Let the Funk flow", sabor a dos voces que no se desgasta en gritos ni curvas melódicas, que con su timbre prudente va soltando manifiestos de poder e inmodestia, 'Let the MCs know that I shock like lightning/ They mess with the E Double E, I sounds frightening'. En su extenso discurso rapeado pasan celebridades como Mario Andretti, Michael Jackson o Clark Kent con ingeniosos juegos de palabras, amasando un objetivo que siempre tienen claro: el poder y las chicas. Un poder que nunca da tregua, casi monárquico, el cual buscan explicar en "It's My Thing", 'To be a real MC, you can't be obedient/ To be smooth is the main ingredient'. Esta canción fue su primer sencillo, el más exquisito en producción con un gran trabajo en scratches y samples (Tyrone Thomas and the Whole Darn Family, Marva Whitney, Syl Johnson, Mountain y hasta Pink Floyd) y una atinada administración de los tiempos y espacios en el ritmo y en las rimas, que alcanzó a tocar el Top 100 en Inglaterra. "It's my Thing" logra justificar la soberbia y vanidad de los EPMD, pues es la pista con más clase del disco.



LOS NEGOCIANTES DEL EGO

Uno de los samples más usados en este álbum debut es "Jungle Boogie" de Kool & the Gang, ese ingrediente que contribuye a brindarle ese toque fresh al LP. Merodea entre canciones con sus fragmentos fiesteros inflando el ego musical de Sermon y Smith. En "You're a Costumer" aparece sin prejuicio, acompañando la base rítmica del "Cheap Sunglasses" de ZZ Top y de cuando en cuando la voz de Steve Miller cantando "Fly like an Eagle". El dúo sigue enfrentado al mundo sin dar concesiones en este largo prontuario de rimas en el que se comparan con el mismo Muhammad Alí ,'I'm the Double E, the thrilla of Manila/ Better known as the MC Cold Killer'. Las comparaciones se extienden en rimas de otro track, 'I'm like Zorro, I mark a E on your back/ I don't swing on no ropes or no iron cords/ The only weapon is my rappin' sword'. Este último extracto pertenece a su exitoso "You gots to Chill", con el golpe funk marcado y la venia de los scratches, apoyados en el "Bounce to the Ounce" de Zapp & Roger,  y destilando alevosía y superioridad hopper sobre cualquier rival del género, con aceptables resultados pues este segundo lanzamiento les alcanzó para llegar al #22 en listas de hip hop en USA. E Double E y PMD se consolidan entonces como los Negociantes del Ego.



Los dos MCs logran crear un ensamble armónico entre voces, con un Erick cercano a la nasalidad que combina bien con el tono un poco más grave y ágil de Parrish. Siempre vanidosos, siempre provocadores, siempre queriendo ser los primeros en la plataforma y los dueños del business. "Get off the Bandwagon" lo confirma con sus constantes ataques al resto de MCs del mundo y su postura petulante que no se molesta en hablar de sus atributos. Aunque también destacan el valor invisible que tiene su DJ de respaldo, K La Boss, maestro en los platos y acertado en poner los samples y scratches donde se debe. El dúo le permitió tener un tema exclusivo para él titulado como su nombre artístico, donde dispara su mejor arsenal de mezclas y desfilan sonidos de Daisy Love, Kashif, Steve Miller, LTD y hasta la voz de Vincent Price en el "Thriller" de Michael Jackson. Un gran DJ que está subvalorado dentro de la nómina estelar del hip hop.

Un talento subvalorado. DJ K La Boss.

Dos personajes aparte son protagonistas en un par de temas de EPMD. "The Steve Martin" es un curioso homenaje al comediante que le mostró al mundo un caricaturesco modo de bailar en el film The Jerk (1979) y del que los MCs se ocupan de alabar durante su trova urbana, un tema soportado en ecos de dub y unas trompetas de "Let me Come on Home" de Otis Redding que, sin ser malo, es el más débil del disco. El segundo personaje es el único que logra aplacar su soberbia por un instante y que curiosamente, tiene secuelas en sus siguientes trabajos. "Jane" es la mujer que atormenta el ego de Erick Sermon, en una historia de desagravio después de una cita amorosa y que se cuenta a modo de conversación entre los dos raperos. Los samples del "Mary Jane"de  Rick James ayudan a sobrellevar el impasse de faldas y por primera vez en todo el disco, el dúo muestra un lado vulnerable en sus estrofas.

La producción no tiene reparos. Los samples son un acto de frescura. Su ritmo es tan groovy que incita más al baile que al canto. E Double E y PMD, sin esforzar demasiado su garganta, lograron cautivar miles de fans con su sosegado estilo de frasear y su siempre retadora y arrogante postura. En 1989 obtendrían más fama y dinero con su segunda placa Unfinished Business, donde continuarían en la pugna por convertirse en el dúo de rap más grande del planeta. Tal vez actualmente no tengan tantos flashes de cámara ni recortes de periódico como Public Enemy o Beastie Boys, sin embargo, su Strictly Business alcanzó un status de clásico gracias a su exquisitez, la recursividad en el uso de los samples, un gran DJ camuflado haciendo el trabajo sucio y un par de individuos que se comieron al mundo con su ego, pero más que todo con su carisma y su buena forma de hacer los business a punta de rimas compartidas.




19 oct 2013

ARGO: MENTIRAS VERDADERAS


El Oscar a una mentira bien cubierta. No se puede negar su ritmo, su tensión y la recreación de una época que nos sumerge en el delirio persa antiamericano de Jomeini, todo un enganche patrocinado por el Hollywood amante de los finales felices. El film ganador de 3 Oscar tiene un fuerte olor a nacionalismo occidental que busca conseguir con esta historia un premio de consolación patriota. El problema en sí no es la película sino su trasfondo real, el que dejó a Jimmy Carter asustado y con una imagen impopular, y una numerosa cantidad de rehenes que nunca fueron rescatados en acciones heroicas ni operaciones militares memorables. Ese pañuelo de lágrimas cinematográfico que desvía la atención de la realidad se titula Argo.

Una vez más, Ben Affleck se 'infiltra' en la dirección.

El director Ben Affleck se la juega con un guión que puede ser de gran enganche, que como película de ficción funcionaría a las mil maravillas. Es cierto, Argo bajo el ideal de una mentira funciona mejor. Cuando no se conocen las verdaderas circunstancias de la toma de la embajada americana en Teherán, cuando se desconocen los más de 400 días que tuvieron que soportar los rehenes, cuando  no nos enteramos de la Operación Garras de Águila que fracasa con dos helicópteros estrellados, todo es perfecto. Argo parece estar hecha para cubrir una vergüenza diplomática internacional.

Aquí encontramos las mentiras verdaderas de una película de opiniones divididas, que peca por crear una realidad que no termina de convencer, a pesar de contar con varios elementos veraces. Nos ubicamos en el Irán de 1979 con el recién instaurado régimen del chiíta Ayatollah Jomeini. Los persas quieren de vuelta a su anterior mandatario para castigarlo, el Sha Reza, acusado de represión y muerte, refugiado en EEUU por su tratamiento contra el cáncer. Al notar que sus peticiones no son tomadas en cuenta, los iraníes la emprenden contra la embajada americana tomando a 52 rehenes y creando un clima de hostilidad antiamericana. Seis diplomáticos logran escapar de la embajada y se refugian en la embajada canadiense. Deben esperar por su rescate.

Montados en su propio film de suspenso, los diplomáticos del escape.

Hasta ahí las situaciones pueden pasar por reales, enmarcadas en un inicio atractivo del film combinando viñeta con video, donde a partir de lo audiovisual comienza este juego de mentiras verdaderas. La introducción viene con cierto olor subterráneo a petróleo, ese oscuro objeto del deseo que siempre abre las manos del tío Sam. Luego, la tensa toma de la embajada que combina recuadros en 4:3  de tono 'documental' con imágenes rodadas del film. Comienza a notarse una de las mentiras más audaces  y efectivas de Argo, el montaje. Angustioso, dinámico, haciendo buenas combinaciones de discursos reales con diálogos falsos, creando una telaraña atrayente que fusiona Teherán con Hollywood y en la mitad la silenciosa calma canadiense.

Viene entonces la misión de rescate tres meses después del incidente. Tony Mendez (el único héroe real de esta historia encubridora) es un agente de la CIA interpretado por un frío Ben Affleck , quien se inspira en El Planeta de los Simios para crear una película falsa y hacer pasar a los seis diplomáticos como parte del equipo de producción buscando locaciones en el Oriente exótico y escapar por vías 'legales' en el aeropuerto. Lo curioso es que en la historia del Planeta de los Simios estos toman a los humanos como rehenes. ¿Indirecta?

Artífices de una mentira: Chambers y Siegel

Mientras la realidad de la vida le venda los ojos a los rehenes y lo divulgan en los medios, los refugiados toman vino entre la calma canadiense. Llega entonces el universo de la mentira más crediticia del mundo para vendernos una nueva: Hollywood. Es necesario maquillar la verdad para venderla. Para eso acudimos al simpático personaje de John Chambers (John Goodman), especialista en maquillaje que nos trae líneas enganchadoras de guión y contribuye con el desarrollo de la misión. El otro mosquetero de la falsedad es  el deslenguado actor Lester Siegel (Alan Arkin), quien sabiamente dice 'Si hago una película falsa, será un éxito falso'. Entre Mendez, Chambers y Siegel idean Argo, una historia galáctica del Lejano Oriente que nos desvía totalmente la atención de la vergüenza por lo sucedido en la embajada para crear una misión heroica con la que piensan redimirse del descalabro diplomático y resarcir algunas heridas. A este film cabe anotarle que la verdad duele.

Hablando del aspecto estético, la cinta no presenta mayores inconvenientes. A partir de su buen montaje como bandera audiovisual, se soporta en una dirección de arte aceptable  en una Irán fotografiada con ciertos tonos verdosos y solemnes que contrastan con el color y la luminosidad de un Hollywood cálido y frívolo. El Gran Satán se invierte, mostrando un EEUU esperanzador y lleno de
vida en contraste con la frialdad y un régimen moralista y radical de Irán, todo a partir de la fotografía y las secuencias de acción que muestran un Teherán agobiado por la muerte y el sectarismo, una muestra que comprueba la aversión milenaria por el mundo musulmán ¿Será por el petróleo? Las escenas están soportadas con un actor de reparto que tiene peso durante toda su trama: la televisión. Constantes perillas se mueven al son del rifirafe entre los americanos e iraníes, son medios de ubicación en tiempo y espacio y curiosamente, siendo un mecanismo fabricante de mentiras, logra darnos un contexto de la verdad más cercano creando un paradójico contraste. Así como la imagen, el audio también es alto contraste, con el patrocinio anglo de Dire Straits, Van Halen y The Specials para mostrarnos el refulgente y extravagante mundo de Hollywood, y con el patrocinio  incidental y 'oriental' de Alexandre Desplat para hacerle un recorrido a los bazares y las calles de la capital iraní.

Otra de las mentiras bien confeccionadas es la escritura. El guión tiene varias salvedades que le brindan crédito a la película a partir de los sarcasmos y algunos comentarios políticos. Las intervenciones de Chambers y Siegel son perfectas punzadas al mundo hollywoodense, mientras en el mundo de la CIA y la inteligencia secreta logran dar un poco de realidad al desacreditar a Carter y su carácter débil, además de una maquinaria de Estado en la que se dialoga con Muppets, como lo afirman en la misma cinta. Incluso, las diferencias de estilo entre el FBI y la CIA se vislumbran con el primer diálogo del embajador canadiense con Tony Mendez, 'Esperaba un look más enigmático'. Las líneas logran darle un aire de crédito a la mentira y redondear el sustantivo que se pasea durante toda la película, la Desconfianza, que se percibe en casi todos los personajes.



El único que puede romper con ese aire de desconfianza es Tony Méndez, el heroico y silencioso agente que logró cumplir con la misión, tal vez el único personaje real que vale la pena destacar y quien sale sacrificado ante los intereses de sus superiores y la grave situación de política internacional del país,  y quien por fortuna en tiempos de Clinton obtuvo su merecido reconocimiento. Una lástima que una de sus grandes misiones fuera empañada por el fracaso de los rehenes en la embajada americana  de Teherán y que sus grandes movimientos como infiltrado vayan a parar a un filme que busca tener el pretexto de Argo como la zona épica del triunfo americano ante el mundo, cuando la realidad de las circunstancias fue otra, Jomeini logró salirse con la suya y dejar a la primera potencia del mundo muy mal parada. Esta involuntaria creación de mentiras verdaderas a veces solo inspira poder decir 'Argo fuck yourself '.



14 sept 2013

ALICE COOPER- LOVE IT TO DEATH


El mundo ya no era hippie. Venían tiempos eclécticos y la gente se debatía entre la rudeza y energía del hard rock y el virtuosismo y fantasía del rock progresivo. A comienzos de los setentas, entre  la pólvora de Vietnam, el final de The Beatles y las andanzas de Harry el Sucio comienza a definirse el sonido de una de las bandas representativas del rock duro de la escena americana. No contaban con el frenesí virtuoso de Led Zeppelin; no tenían vocales ni guitarras tan exuberantes como Deep Purple; no eran tan glamorosos como T-Rex. Pero aprovecharon influencias progresivas de  Frank Zappa y teatrales de Genesis, para apropiarse de una identidad contundente, llena de espectáculo y provocadora bajo el nombre de Alice Cooper.

Su nombre indicaba el andar de un individuo. Pero habían otros nombres que encarnaban un solo sonido. Vincent Fournier su líder en vocales y armónica -que a la postre adoptaría el nombre del grupo en su proyecto solista-, Glen Buxton y Michael Bruce empoderados de las guitarras, Denis Dunaway marcando el bajo y Neal Smith como dueño de las baquetas. Desde Detroit para el mundo, hicieron dos intentos discográficos para surgir en popularidad bajo el sello de Frank Zappa, Straight. Pero sus dotes primarias no les alcanzaron para el triunfo.

Black Juju by Alice Cooper on Grooveshark

LA TRANSICIÓN AL DESQUICIO

Easy Action (1970), su segunda placa, conformaba una amalgama psicodélica influenciada por los tiempos de Pink Floyd con Syd Barrett, además de traer esquirlas del sonido Zappa por su relación con el sello de este músico, más un poco de sonidos duros con tendencia glam. Como punto negativo, la relación con su productor David Briggs no era la mejor y a pesar de no tener un mal producto, no cautivaban los oídos de la audiencia. La teatralidad siniestra, un sonido más agreste y la llegada providencial del productor Bob Ezrin los salvarían del fracaso comercial.

Pendenciero de la escena, lleno de accesorios siniestros como sillas eléctricas, guillotinas, camisas de fuerza, maquillajes extravagantes y desquicio corporal y vocal, fueron plus para crecer en audiencia. Había llegado Love it To Death (1971) bajo la estampa de Bob Ezrin con un sonido más claro, alejado de la psicodelia y agarrado de un rock and roll sin prejuicio, guitarrero y juguetón, en el último chance de Straight Records por emanar un poco de gloria. Con algunas venias del glam venía su lado más oscuro y escandaloso que acabaría por definirse como shock rock. Era la hora de amar a este sujeto espeluznante hasta la muerte.


 

A pesar de verse como un peligroso sujeto para la sociedad, los primeros riffs del LP son rock vigoroso que bien podría hacer parte del setlist de un artista glam. "I caught in a dream"es puro vinilo de punteos lentos y chillones, melodías accesibles y prestas para el cabeceo sutil, puro desparpajo juvenil 'I need everything the world owes me/ I tell that to myself and agree'. Lo juvenil se sostiene en su más grande éxito del disco, "I'm eighteen", su clásico de rock duro y armónica que grita a los cuatro vientos la libertad de los 18, pero la absoluta incertidumbre del futuro. Ese molde de actitud rockera llegó al #21 de listas en USA y ha tenido sinnúmero de covers, desde Anthrax hasta Creed. Para completar su simpatía con los tonos glam suena "Is it my Body", con una estructura básica efectiva y sólida, mientras Alice en su lírica canta que es la estrella que todos aman, pero no sabe porqué. Estas tres canciones son el reflejo del triunfo juvenil (Cooper contaba con 23 años) con el único objetivo de vivir el rock and roll.

EL PICANTE HORROROSO

Necesitaba capturar público, y allí se encontraba la herramienta aterradora de sus shows. Como complemento usaba indirectas líricas contra la religión y cierto fatalismo que le brindaba picante horroroso a su potente directo. "Long Way to Go"es tal vez la canción más fiel al hard rock de la época, con poderosos riffs  y un trabajo impecable de Buxton y Bruce en las cuerdas, allí se iban revelando las pullas místicas 'Where is the saviour of the sidewalk life/ and the road that takes us to the crusades'. Luego de buscar un salvador, Neal Smith le compone a Cooper el manifiesto redentor en "Hallowed be my name" de órgano y lírica licenciosa, con visos a Zappa pero tonalidad más oscura y perdonando a los penitentes, 'Come all you sinners/ Come now in your glory and my ears will listen/ To your dirty stories'. En una batería de marcha fúnebre suena la preapocalíptica "Second Coming" con una voz lastimera y un rock con pequeñas influencias progresivas y un carácter de oscuridad que llama a las postrimerías de la existencia del mundo, mientras un piano acongojado finaliza con un llamado al terror más pronunciado.

Rock con horror. La banda Alice Cooper.

Si se quiere oscuridad, vamos a lo más Dark de Cooper. Una revelación tenebrosa ofrece "Black Juju" compuesta por Denis Dunaway y aderezada por unos teclados sombríos de Bob Ezrin, un viaje de nueve minutos por los rincones más oscuros y post-psicodélicos del disco, que bien pueden recorrer momentos Doors y otros Sabbath, en un impactante grito listo para mostrar el pavor en escena, 'A melody black, flowed out my breath/ Searching for death, but bodies need rest'. Para complementar aquel paisaje negro sin retorno, hay que escuchar un demente tema disfrazado de lullaby. "Ballad of Dwight Fry"comienza con una inocente voz infantil en búsqueda de su padre y luego viene un Alice que parece bien intencionado en esta tonada, pero con el pasar de los minutos se desgarra su voz y comienza a revelarse un personaje perturbado mentalmente en seis minutos de insania inclemente que quiere liberarse con el famoso grito de sus  shows esquizofrénicos 'I gotta get out of here'. El verdadero Dwight Frye fue un actor de filmes de terror  en los treinta (Drácula, Frankenstein) quien sería el catalizador de semejante demencia musical.

 


El disco cierra con un inusual cover que borra su locura oscura. Desde 1961 viene "Sun Arise"original de Rolf Harris, que en comparación al resto del álbum es un inocente himno boyscout, que contrasta de modo brutal con su estética. A pesar de este extraño desacierto, Love it To Death no deja de causar una buena impresión. La banda y Ezrin lograron imprimir un aire más hard a su repertorio, aderezarlo con toques glam y compactarlo con una buena dosis de histrionismo terrorífico, que los haría célebres completando con la trilogía con Killer (1971) School's Out (1972) y Billion Dollar Babies (1973). Vale la pena destacar que los sonidos más completos y sinceros pudieron salir de este lineup original y que, muy a pesar del éxito solista de Alice, nunca volvería a sonar igual. Por eso, los fans setenteros de la banda, no van a dejar de amar este trabajo, hasta la muerte.



24 ago 2013

LOS PECADOS DE DAVID FINCHER

El pecado se castiga. Pero pecar inspira. A través de una especie de método de redención mediante una serie de asesinatos que confrontan los siete pecados capitales, 1995 vio a la luz una idea del guionista Andrew Kevin Walker que se convirtió en una morbosa pero interesante reflexión, matar para enseñar. Y eso es precisamente lo que va revelando Seven, una perturbadora historia concebida para recordarnos que estamos rodeados de los siete pecados capitales todos los días, que los 'ejercemos' y los vivimos como actos cotidianos.

Para decorar el paisaje brumoso envuelto en pecado se acudió al agudo ojo de David Fincher, director de videoclips preocupado por la estética y la atmósfera, quien había contado con opiniones divididas de la crítica luego de montarse en las aventuras espaciales de Ripley en su debut Alien 3 (1992). La asociación con el director de fotografía Darius Khondji logró crear un universo urbano decadente, de colores contrastados, lluvia eterna, una anónima ciudad -cualquier parecido con Nueva York,  ¿Es coincidencia?- donde el futuro no existe y huele a culpa y tristeza. Es el escenario propicio para dar rienda suelta a una serie de homicidios que se catalogan entre lo horrendo, lo artístico y lo redentor.

Compañeros y antagónicos, Somerset y Mills.

La selección de actores principales recayó entre el boom y la experiencia. Brad Pitt es el joven detective  Mills, quien está ávido de investigar crímenes y utilizar su fuerza para resolverlos, un individuo que quiere ser el Serpico de la ciudad que apenas empieza a conocer, Pitt y Mills son florecientes estrellas de la década en el cine y el departamento de policía. Morgan Freeman es el veterano detective Somerset, sereno y estudioso, Freeman y Somerset son la cuota de pericia y paciencia que pesan sobre el film. Ambos son compañeros de personalidad antagónica donde contrastan  la vida en pareja, el impulso y la cerveza con la soledad, el metodismo y el vino. Juntos deben desentrañar en siete días, cada uno a su estilo, un asesinato diario relacionado con un pecado capital.

El estilo del filme logra captar cierta repugnancia sin llegar a ser demasiado gráficos. La sugerencia de los homicidios a través de la escena del crimen y las fotografías contienen la brutalidad sin llegar al gore, la ciudad que se despedaza lentamente entre la lluvia, el metro y el humo contribuye a crear una ansiedad preapocalíptica. El vestuario y apartes de la ambientación evocan el film noir de otras épocas, las pistas y los descubrimientos crean esa sensación de thriller, y se consolida una atmósfera de perdición inevitable.

Con sus pecados entre manos. El director David Fincher.

El acto asesino de contrición comienza a ser explorado a través de la gula. El homicidio se muestra con una especie de grotesco misticismo: spaghettis sangrientos, estómago descomunal, mierda y vómito impregnando el aire. Es el abrebocas a una obra de arte sanguinaria pero simbólica en todos sus matices. Mientras Mills y Somerset comienzan a escudriñar pistas, la sangre corre sutilmente en las fotografías y la semana va corriendo de forma lenta y ansiosa esperando un nuevo delito. John Milton comienza a respaldar el móvil con las señales que deja el asesino, 'Largo y duro es el camino, que del Infierno lleva a la Luz'. Siete días de pena.

           

Somerset comienza a disparar dardos de apreciación leyendo a Dante y los cuentos de Canterbury, Mills comienza a dejarse llevar por sus impulsos y responde apenas con la intuición. Aparece un abogado muerto representando la avaricia, prescindiendo de una parte de su cuerpo con la mutilación por su propia cuenta. La literatura es un respaldo que le brinda elegancia a la zona criminal, esta vez Shakespeare es la musa de la sangre, 'Una libra de carne. Ni más ni menos, sin cartílago, sin hueso, únicamente carne'. Aquella desesperanza empieza a tomar matices artísticos, tenemos a un asesino culto y con un objetivo claro. No deja huellas dactilares, solo señales, es un gran jugador de puzzles.

Somerset se ayuda un poco con el jazz, Thelonious Monk y Charlie Parker son contribuyentes a su metodismo, entretanto el artífice del OST Howard Shore (Silencio de los Inocentes, El Señor de los Anillos) ayuda a acentuar la zozobra y opacidad del ambiente con sus melodías, y finalmente Nine Inch Nails y David Bowie apoyan los créditos iniciales y finales con aires industriales, cortantes y
cavernosos. Los detectives siguen las pistas y descubren al narcotraficante acostado que simboliza la pereza, un cadáver viviente atado a la cama que fue confinado durante un año, una quietud cadavérica desesperada. Gente con pasado oscuro comienza a ser penitente a través de sus castigos. Tal como la siguiente víctima, una prostituta penetrada por un falo largo hecho en arma blanca, la lujuria vive su escarmiento en su máxima expresión. O la que representa el orgullo, una mujer con el rostro desfigurado y con dos opciones en la vida, un teléfono para pedir ayuda y vivir con sus cicatrices, o unas píldoras suicidas que le eviten volver a verse a un espejo. La obra del criminal ha tomado forma y solo restan dos asesinatos para llevarla a su cenit.

Entre Andrew Walker y  David Fincher consiguen cuestionar el universo que nos rodea y lo inclinan por el lado malvado de la balanza. Buscando los apuntes del devoto homicida se revelan las culpas de los hombres, 'No somos lo que Dios quiso que fueramos'; cuando Somerset se entera del embarazo de la mujer de Mills (una joven Gwyneth Paltrow), acepta lo infernal de su entorno, '¿Cómo puedo traer a un niño a un mundo así?' El ejecutor de los asesinatos (Kevin Spacey) reniega de la existencia y ataca el conformismo humano, 'Es más fácil perderte en las drogas que lidiar con la vida'. El paisaje creado para redimir las culpas es indeseable, marchito y nebuloso, siempre acompañado por una lluvia acusadora hasta el día domingo, donde sale el sol, la historia se resuelve en una zona desierta (con torres de alta tensión para ambientar la sensación ídem) y el Señor finalmente descansa luego de su Creación. Spacey, como buen criminal con ínfulas de dios, deja que el crimen lo cometa otro.

Caminando entre el pecado. Pitt, Spacey y Freeman.

Volver el pecado contra los pecadores iniciaría una serie de papeles de villanos que se convertirían en redentores. Involuntariamente, el guión de Andrew Kevin Walker  -nominado a los BAFTA- pondría este tipo de personajes como recurso en otras plumas creadoras más adelante como el inolvidable Jigsaw de la saga Saw, o el Ozymandias de Watchmen, encarnaciones  paralelas a los profesionales del asesinato que generan empatía en el público como el Leon de Jean Reno o la Beatrix Kiddo de Uma Thurman. Lo cierto es que el malvado que castiga en pro de la bondad se hizo célebre a partir de este punto y siempre ha sido punto de debate. Mientras tanto Walker seguiría cosechando dólares a través de  guiones sobre asesinos como el Machine de 8mm, el Jinete sin Cabeza y el Hombre Lobo.

Gracias a Seven comienza aquel universo oscuro y convulsivo que David Fincher comenzaría a aplicar en futuras producciones como The Game (1997) o Fight Club (1999). El gusanillo del thriller sería su compañero por muchos años y ganaría prestigio y millones a través de sus nuevas cintas. Sin llegar a ser tan vertiginosa como los dos títulos mencionados, la buena combinación entre thriller y cine negro junto a su trasfondo de reflexión religiosa le dan a Seven un catálogo de clásico entre estos géneros, donde se destaca una buena historia, desarrollada en un ambiente favorable, con un reparto equilibrado y una técnica fotográfica que logró dar un look  personal al cine de Fincher en los noventas. Un pecado cinematográfico del que puede vanagloriarse este director de Denver a través de este film es, sin duda, el Orgullo.




16 jul 2013

LOS LOBOS- HOW WILL THE WOLF SURVIVE?


A veces el oyente peca por dejar que un single absorba la discografía total de un artista y se le juzgue únicamente por ello. Muchos animadores de la era One Hit Wonder sufrieron el lastre de hacer parte de  la historia a través de un par de acordes, y vivir una especie de apartheid con el resto de su repertorio. El increíble monstruo en la versión de La Bamba de 1987 fue el sello que caracterizó durante toda su carrera a Los Lobos, una banda chicana digna de apreciar y subestimada por el gran público. Una canción que los llevó al cielo de los listados gracias al gancho celestial de Ritchie Valens, pero que también les estancó una gran cantidad de información sonora que tenían por mostrarle al mundo.

Aunque han logrado destellos de éxito de la mano del soundtrack (Desperado, Los Reyes del Mambo, Rango), estos caninos del ritmo originarios de California -pero una ascendencia mexicana marcada- han tenido una figuración mas bien marginal dentro del mainstream. Trabajando en conjunto desde 1973, su musicalidad es uno de los grandes precedentes de la música fusión. Paralelo al éxito post-woodstockiano de Santana, la agrupación liderada por David Hidalgo siempre tuvo la inquietud de incluir dentro de sus melodías compases que lograran identificar sus orígenes, remontarse a los aires musicales del norte de México y la idiosincracia del país azteca. Aquel desarrollo compositivo se fue ensamblando a lo largo de la década  y logró el punto más alto de la perfección a comienzos de los ochenta.




LA FUSIÓN DIVERTIDA

Y si Santana logró darle sabor afroantillano a la rebeldía rock, Los Lobos lograron la convergencia más animada y divertida entre la ruralidad mexicana y la americana, brindándole un eclecticismo fresco y estructurado a su propuesta. Partiendo desde su gusto abierto por el rockabilly de los cincuenta, se encargaron de crear un platillo que incluye R&B, country, blues, corrido mexicano, bolero y retadores solos de guitarra, acordeón y saxo. Hidalgo juega con las cuerdas vocales y guitarreras con virtuosismo  oportuno. La comitiva se complementa con su compañero en las rítmicas César Rosas, el bajo juguetón de Conrad Lozano, la batería fresca de Louie Perez y el destacado intérprete de saxo Steve Berlin, único 'gringo' original de la banda.

Luego del EP And a Time to  Dance (1983) bien recibido por la crítica pero no tanto por los consumidores, Los Lobos estaban dispuestos a publicar un LP bajo ese nombre, pues antes eran conocidos como Los Lobos del Este de los Angeles. Se compraron un Dodge, se fueron de gira americana y al tiempo iban alistando sus nuevas canciones. Fueron once piezas producidas por T-Bone Burnett y con la mente abierta para estampar uno de los grandes logros en su hoja de vida. Nació entonces How will the Wolf Survive? en 1984, dispuesto a resistir los embates de la vida americana y ser profetas en una tierra que originalmente no era suya.

Don't Worry Baby by Los Lobos on Grooveshark


CORRIDOS ROCANROLEROS


Para conquistar a los americanos que mejor que ponerlos a  bailar con sus ritmos. Uno de los principales propósitos de este álbum es revivir el rock and roll de los cincuenta hecho a la medida de los ochenta, dando toques picantes de soul y R&B. El arranque del trabajo lo dice todo, con ese explosivo y deleitable "Don't worry Baby" y la voz de Rosas al comando, invitando a una fiesta guitarrera digna de musicalizar cualquier filme de Tarantino o Rodriguez. En "The Breakdown" le bajan a las revoluciones pero se mantiene ese aire retro, invocando al R&B y con la voz de Hidalgo alternando con un saxo fresco e intemporal, además de un acordeón que se cuela entre los acordes de rock and roll, y haciendo un llamado a ser sí mismo, cantar canciones y rechazar las rutinas, 'I ain't no nine to five/ I just don't know why you won't take me for myself''.Esa despreocupación debe venir acompañada de un par de tragos, que acompañan la lírica de "I got Loaded", prendidez etílica accesible lista para la radio fiestera, con el R&B pronunciado y una sencillez camuflada en unos grandes arreglos y un saber del sabor musical. Este tema, original de Little Bob & The Lollipops conserva la frescura de 1965 y le agrega un aire new wave que navega muy bien entre las divertidas aguas de 1984.


Pero el objetivo es no sólo llegar a través de las raíces americanas. Sin corrido no hay fiesta. Y entre chiste y chanza hay dos muestras que se cuelan en el disco. "Corrido #1" se canta en inglés pero es más mexicano que el taco, un tex-mex que se puede disfrutar a todo volumen, incluyendo a los detractores de la música norteña. Promesas de amor, redenciones de mero macho que se doblega a la mujer, y un sabor que los mismos Tigres del Norte alabarían. La segunda descarga con la misma sonoridad es "Serenata Norteña" (soundtrack del film de Luis Estrada El infierno de 2010), esta vez cantada en español y conservando la cadencia tradicional que podría ofrecer la banda más poderosa de corridos mexicanos. El amor a sus orígenes es expuesto abiertamente desde Matamoros a Río Bravo, 'Jamás un buen norteño habla sin tener honor'.


Los aulladores chicanos. Cinco músicos insignes.
Tema común en infinidad de bandas, el amor. Los Lobos también tienen su corazón, repuesto o desencantado. La dosis de tristeza sentimental viene en "Our Last Night", con Hidalgo haciendo venia a la queja, 'If love is right, why do you fight/ To hold back needless tears',  un sosegado R&B que llora con arreglos de acordeón y solos campiranos de guitarra. La compensación a un amor esperanzado viene con la pieza más explosiva del álbum, "I got  to let you Know", que bien puede ser un corrido rocanrolero o un R&B norteño, tan prendido y festivo que la clasificación de género no importa, una endiablada canción de amor con saxo y acordeón vigorosos y una incitación a bailar contundente, el mayor triunfo sonoro de Los Lobos en este disco al encajar diferentes géneros que le dan un aire de universalidad a su música.

EL AULLIDO DEL INMIGRANTE

La justificación del título del álbum viene de la mano con una preocupación de estos chicanos que viven millones de inmigrantes en Estados Unidos, la búsqueda del sueño americano. ¿Cómo puede sobrevivir el Lobo ante semejante fiera capitalista? Historias del Hueco, de la cacería de un mejor mañana, de la estabilidad económica ante la incertidumbre en sus países de origen. Con aires de heartland rock que pueden recordar a las tonadas de Bruce Springsteen, Hidalgo canta "Will the Wolf Survive?", una especie de himno inmigrante, la metáfora del aventurero que desafía las costumbres de un país ajeno y se fortalece ante la adversidad en un espacio desconocido, 'Running scared, now face to hide/ In a land where he once stood with pride/ but he'll find his way by the morning light'.  En 1986 el artista country Waylon Jennings haría una versión respetuosa de este tema, con un éxito rotundo en listados.



Ese espíritu de lucha por el sueño americano también se vive de forma sentida en otro par de temas del LP. La country ballad "A Matter of Time" es una nostálgica pieza que si no fuera por el saxo, invocaría a una lágrima más inmediata, hablando de la frontera y la entrada a una América desconocida, 'There's a time for you and me/ In a place living happily'. Con la misma temática pero distinto sonido llega "Evangeline" en un rocanrolero e impecable show de guitarras que van narrando las aventuras de una chica de 17 años que persigue al Tío Sam sin mirar perjuicios, vagando por América a sus anchas sin dar pista de su paradero, 'She is the Queen of make believe, Evangeline'. ¿América para los mexicanos?

El único instrumental del álbum tiene un misticismo que retorna a las raíces americanas, "Lil' King of Everything" es una guitarra campirana que se mueve entre el folk y el country sin problema, donde el Lobo finalmente va a buscar su Reinado en tierra ajena. La banda de David Hidalgo nunca ha obtenido la monarquía que la historia le debe. No obstante, tienen el respeto total de la crítica y son, junto a Santana, los pioneros embajadores de la música latina en el suelo norteamericano. Nunca un corrido había sonado tan rocanrolero, nunca un rock and roll había sonado tan norteño, la música hecha un universo en conjunción está a la vuelta de la esquina gracias al legado de esta banda chicana. El lobo no es el más popular de los animales, pero su aullido pervive en el aire de la música.


15 jun 2013

TRAINSPOTTING: INYECCIÓN GENIAL


Creó una pieza de culto indiscutible en los noventas. Hizo de las suyas con bailes de origen hindú a finales de la década pasada. Y fue el artífice de un espectáculo británico que disfrutó la órbita entera en las Olimpiadas de Londres. Danny Boyle ha vivido la gloria y el fracaso con fervor, en medio de sus proyectos ambiciosos, sus propuestas audiovisuales refrescantes y sus historias que se desenvuelven entre fiascos de taquilla y alabanzas perennes en el universo cinematográfico. Aquel geniecillo originado en Manchester tuvo una catapulta a la zona estelar de los grandes directores. El catalizador fue una inyección de heroína audiovisual.

Trip audiovisual. Danny Boyle, el creador.

Si bien Shallow Grave (1994) fue un respetable debut que merecía mejor suerte, fue su segundo rollo el que lo hizo célebre. Sin pretenderlo, Trainspotting se convirtió en el símbolo de una generación que se identificaba con el lado oscuro de las ciudades, con la búsqueda de identidad, y con el pensamiento cambiante que cada vez sufre metamorfosis de modo más acelerado. El peso de la historia se concibe desde la ingeniosa y muy scottish obra literaria de Irvine Welsh, inspiración para adaptar un guión. El relato revela el perfil más sórdido de Edimburgo, capital escocesa famosa por su bagaje cultural, pero que esconde entre sus calles inconformidad juvenil, graffitis anárquicos, drogas de toda clase, y un delirante sabor a desesperanza fiestera aderezada por unas cuantas dosis de heroína.

Cinco 'amigos' son el reflejo de aquel universo paralelo, dominado por la escena junkie. Renton, Sick Boy, Spud, Tommy y Begbie coexisten entre ladrillos de tonos tristes, cielos grises, tabernas anónimas y droga, mucha droga. Excepto Begbie, escogen despojarse de la vida humana común  y quieren desviarse de las preocupaciones de la sociedad de consumo (tener casa, carro y beca y comprar cualquier cantidad de cosas que venden los medios) para dejarse llevar por el viaje descuidado que les brinda el narcótico y solamente vivir en pro de la huída, de la vida éterea. Sin  preocupaciones, sin pretensiones. Sin futuro.

A pesar de todo, "amigos".
La clave para que este viaje sea más llevadero y divertido es la ingeniosa inyección audiovisual de  Danny Boyle. Un refrescante uso del gran angular, dollys de cámara que persiguen sigilosos, y muchos encuadres certeros, desde los enormes planos generales hasta los detalles, contribuyen a una propuesta fotográfica robusta y agradable. La recreación del lado oscuro de Edimburgo -y la cara cosmopolita de Londres- van de la mano con un factor determinante en el gusto del director: la música. Un elemento tan enriquecedor como atractivo que trae un repertorio de lujo encabezado por Iggy Pop, Underworld, Lou Reed, Blur, entre otros, que se envuelven sin problema en la trama y son componente sólido de este engranaje alucinógeno cinematográfico. La música siempre será buena compañera de viajes en todas las producciones de Boyle.

Coprotagonista de la historia, la jeringa.

Las paredes se consumen entre la humedad, el piso de madera contribuye a un viaje descuidado y los bares de la ciudad ambientan charlas en las que se desentraman conversaciones simples sobre hombres y mujeres, camuflándose en cojines sociales como el fútbol y las compras. Un escenario mezquino con el ojo,donde el sol rara vez se asoma y el paisaje montañoso no puede salvar la condenación que le da Renton a su propio territorio, origen de la escoria y colonia infame de un Reino Unido gobernado por idiotas. Su voz en off va descubriendo las máscaras que exhibe un Edimburgo miserable y desesperanzado, sus reflexiones pasan por las cimas y las simas del mundo, desde las indulgencias y los excesos del sistema, pasando por las rutas de escape de su amada heroína, hasta el sexo y la vida social contemporánea, y logran llegar a conclusiones tan sabias -de la mano de Welsh- como 'En mil años no habrán chicos ni chicas. Simplemente personas'.




 Jeringazos compositores de planos logran dar en la vena del gusto a muchos espectadores. Un montaje compacto y fluido, que a veces se resuelve en el clip desacelerado, a veces en movimientos premeditados desde la producción que continúan acciones en locaciones distintas, y que van desarrollando secuencias de memoria inmortal. La zona escatológica del bar donde Renton urge satisfacer sus necesidades gástricas es maravillosa: encontramos un paisaje desolado, maloliente y desahuciado en un baño de cualquier antro de la ciudad, pero este nos va a llevar después a una catarsis de ensueño en aguas benignas e impolutas que guardan cual tesoro un par de supositorios de opio. Del infierno al cielo en tan solo un chute anal. No es la única secuencia notable: la sobredosis de Renton, viendo desde la perspectiva de un supuesto ataúd como el mundo se le va acompañado por "Perfect Day" de Lou Reed es otro acierto que mezcla la decadencia de una vida condenada contrastando con la esperanza de la lírica que concluye con la frase de abuelos 'You're going to reap just what you sow'. Como último (pero no único) ejemplo, nos podemos situar en la escena del síndrome de abstinencia, un Renton rodeado de trenes estampados en la pared -con "Dark Train" de Underworld de fondo- que lo sentencian a pagar una pena sin jeringas y donde la culpabilidad, el miedo, la ansiedad y el hastío se juntan en imágenes mientras lo acosan las visiones de Spud en la cárcel, Tommy en el viaje sin regreso del estupefaciente, un bebé muerto por culpa de la dejación de la droga y la búsqueda de sus padres por liberarlo de la adicción, todo en un desesperado pero efectivo castigo audiovisual que cautiva la retina.

Mark Renton, en un suelo sin cielo.

Aparte del ingenio del ojo de Danny Boyle, se agrega el plus de la construcción de personajes, avalado en el libro de Irvine Welsh, contribuyente valioso a la pieza. Mark Renton  (Ewan MacGregor)es el protagonista, adicto inevitable, de vena de mil batallas alucinógenas, que se debate entre escoger la vida del ser humano común y corriente, o perderse entre las mieles sin porvenir de muchas inyecciones. Es el filósofo en off que busca la redención poco a poco, pero no logra liberarse tan fácil por causa de sus amigos, su entorno. Cuando lo intenta, su lucidez expulsa frases como 'Es fácil filosofar si es otro el que está hecho mierda'. Cuando lo logra finalmente, concluye airoso 'Seré como ustedes... Mirando al frente, hasta morir'.


Spud es el lado más ingenuo y adicto de la historia. Interpretado por Ewen Bremner, este flaco de malas en la vida no logra satisfacer a su novia sexualmente, es un pésimo arquero, paga prisión por robo y sufre los usos y abusos de sus supuestos amigos. Sin embargo, es el espíritu inocente que no quiere agredir a nadie, el drogadicto inofensivo que emprende  viajes etéreos por su cuenta, pero es el componente que brinda el lado estúpido pero divertido, una fea candidez que logra enternecer en medio de la desolación, es el único amigo leal, firme y sincero que patrocina las locuras de sus copartidarios adictos.Que nunca tiene una frase brillante, pero posee una férrea complicidad que acompaña hasta el final.


Jonny Lee Miller encarna a Sick Boy, el elegante destructor de teorías. Proxeneta, traficante, adicto y amante de los films de Sean Connery, despotrica con verborrea barata sobre el mundo y saca el mejor provecho de lo que le puedan brindar sus amigos, siendo el oportunista descarado de la historia. La única forma en que vive un estremecimiento es a través de la muerte del bebé, el hijo al que nunca puso atención y que lo despierta de un éxtasis navegante entre las películas de James Bond. Para Sick Boy, la simplicidad del mundo puede provenir desde la visión del adicto, envejecemos, nos podrimos y se acabó. Lo tienes, lo pierdes.



Hay que hacer mención especial al enorme talento de Robert Carlyle, gran actor de Glasgow que logró moldear la imagen del sociópata perfecto. Francis Begbie es el único del combo de amigos escoceses queno se deja atraer por las inyecciones, pero sufre de una adicción igualmente dañina, le encanta la violencia. Joder a la gente. Cagarse en el entorno y disfrutar de la sangre ajena, del perjuicio del prójimo, y vanagloriarse de su virilidad maniática, un experto en destruir la calidez de las reuniones, en romper con el sosiego. La interpretación de Carlyle es magistral, uno logra odiarlo intensamente, pero siempre espera algún nuevo acto violento de su parte. Es el gran contribuyente del caos, donde en un No futuro también es válido un porcentaje de violencia para acabar con el mundo de una vez por todas.

El ejemplo de la gradual degradación que producen los narcóticos en el ser humano es expuesto en la personalidad de Tommy (Kevin McKidd), el último de la banda. Un joven deportista, saludable, que paga todas sus facturas y disfruta de la música de Iggy Pop y el desorden bajo sábanas junto a su novia Lizzy. No roba, no dice malas palabras, no consume. Hasta que una desafortunada casualidad lo lleva a romper el noviazgo y  sumergirse en la depresión. Surge la necesidad del escape a través de la diacetilmorfina, que lo va llevando a un recorrido sin retorno hasta el final trágico.De la pulcritud a la podredumbre, uno de los salvoconductos de Danny Boyle, quien fue duramente criticado por hacer apología a las drogas en aquel entonces. La historia de Tommy le ayudó a justificar los perjuicios del consumidor y el camino al que conduce la adicción.


A pesar de la degradación, la cara más oscura de Edimburgo y la crudeza de un mundo sin porvenir, existe un ápice de esperanza que se recoge en buen humor, en una dinámica que despierta al espectador y que lo invita a levantarse de su silla para seleccionar el camino 'correcto' con una familia, un empleo, una carrera, un enorme TV, lavadoras ,autos, abrelatas eléctricos, colesterol bajo y seguros dentales. Simplemente, para escoger la Vida. Merece el aplauso este retrato de la podredumbre donde no hay motivaciones, donde el mandato lo tiene la heroína y el resto del mundo tiene la menor importancia. El gran logro de Welsh y Boyle es hacer una simbiosis casi perfecta, donde a través de la letra y la imagen crearon uno de los retratos de la autodestrucción más memorables de la historia del cine. Esperemos que la secuela que planea el director inglés se mantenga a la altura de esa hermosa decadencia audiovisual.