19 oct 2013

ARGO: MENTIRAS VERDADERAS


El Oscar a una mentira bien cubierta. No se puede negar su ritmo, su tensión y la recreación de una época que nos sumerge en el delirio persa antiamericano de Jomeini, todo un enganche patrocinado por el Hollywood amante de los finales felices. El film ganador de 3 Oscar tiene un fuerte olor a nacionalismo occidental que busca conseguir con esta historia un premio de consolación patriota. El problema en sí no es la película sino su trasfondo real, el que dejó a Jimmy Carter asustado y con una imagen impopular, y una numerosa cantidad de rehenes que nunca fueron rescatados en acciones heroicas ni operaciones militares memorables. Ese pañuelo de lágrimas cinematográfico que desvía la atención de la realidad se titula Argo.

Una vez más, Ben Affleck se 'infiltra' en la dirección.

El director Ben Affleck se la juega con un guión que puede ser de gran enganche, que como película de ficción funcionaría a las mil maravillas. Es cierto, Argo bajo el ideal de una mentira funciona mejor. Cuando no se conocen las verdaderas circunstancias de la toma de la embajada americana en Teherán, cuando se desconocen los más de 400 días que tuvieron que soportar los rehenes, cuando  no nos enteramos de la Operación Garras de Águila que fracasa con dos helicópteros estrellados, todo es perfecto. Argo parece estar hecha para cubrir una vergüenza diplomática internacional.

Aquí encontramos las mentiras verdaderas de una película de opiniones divididas, que peca por crear una realidad que no termina de convencer, a pesar de contar con varios elementos veraces. Nos ubicamos en el Irán de 1979 con el recién instaurado régimen del chiíta Ayatollah Jomeini. Los persas quieren de vuelta a su anterior mandatario para castigarlo, el Sha Reza, acusado de represión y muerte, refugiado en EEUU por su tratamiento contra el cáncer. Al notar que sus peticiones no son tomadas en cuenta, los iraníes la emprenden contra la embajada americana tomando a 52 rehenes y creando un clima de hostilidad antiamericana. Seis diplomáticos logran escapar de la embajada y se refugian en la embajada canadiense. Deben esperar por su rescate.

Montados en su propio film de suspenso, los diplomáticos del escape.

Hasta ahí las situaciones pueden pasar por reales, enmarcadas en un inicio atractivo del film combinando viñeta con video, donde a partir de lo audiovisual comienza este juego de mentiras verdaderas. La introducción viene con cierto olor subterráneo a petróleo, ese oscuro objeto del deseo que siempre abre las manos del tío Sam. Luego, la tensa toma de la embajada que combina recuadros en 4:3  de tono 'documental' con imágenes rodadas del film. Comienza a notarse una de las mentiras más audaces  y efectivas de Argo, el montaje. Angustioso, dinámico, haciendo buenas combinaciones de discursos reales con diálogos falsos, creando una telaraña atrayente que fusiona Teherán con Hollywood y en la mitad la silenciosa calma canadiense.

Viene entonces la misión de rescate tres meses después del incidente. Tony Mendez (el único héroe real de esta historia encubridora) es un agente de la CIA interpretado por un frío Ben Affleck , quien se inspira en El Planeta de los Simios para crear una película falsa y hacer pasar a los seis diplomáticos como parte del equipo de producción buscando locaciones en el Oriente exótico y escapar por vías 'legales' en el aeropuerto. Lo curioso es que en la historia del Planeta de los Simios estos toman a los humanos como rehenes. ¿Indirecta?

Artífices de una mentira: Chambers y Siegel

Mientras la realidad de la vida le venda los ojos a los rehenes y lo divulgan en los medios, los refugiados toman vino entre la calma canadiense. Llega entonces el universo de la mentira más crediticia del mundo para vendernos una nueva: Hollywood. Es necesario maquillar la verdad para venderla. Para eso acudimos al simpático personaje de John Chambers (John Goodman), especialista en maquillaje que nos trae líneas enganchadoras de guión y contribuye con el desarrollo de la misión. El otro mosquetero de la falsedad es  el deslenguado actor Lester Siegel (Alan Arkin), quien sabiamente dice 'Si hago una película falsa, será un éxito falso'. Entre Mendez, Chambers y Siegel idean Argo, una historia galáctica del Lejano Oriente que nos desvía totalmente la atención de la vergüenza por lo sucedido en la embajada para crear una misión heroica con la que piensan redimirse del descalabro diplomático y resarcir algunas heridas. A este film cabe anotarle que la verdad duele.

Hablando del aspecto estético, la cinta no presenta mayores inconvenientes. A partir de su buen montaje como bandera audiovisual, se soporta en una dirección de arte aceptable  en una Irán fotografiada con ciertos tonos verdosos y solemnes que contrastan con el color y la luminosidad de un Hollywood cálido y frívolo. El Gran Satán se invierte, mostrando un EEUU esperanzador y lleno de
vida en contraste con la frialdad y un régimen moralista y radical de Irán, todo a partir de la fotografía y las secuencias de acción que muestran un Teherán agobiado por la muerte y el sectarismo, una muestra que comprueba la aversión milenaria por el mundo musulmán ¿Será por el petróleo? Las escenas están soportadas con un actor de reparto que tiene peso durante toda su trama: la televisión. Constantes perillas se mueven al son del rifirafe entre los americanos e iraníes, son medios de ubicación en tiempo y espacio y curiosamente, siendo un mecanismo fabricante de mentiras, logra darnos un contexto de la verdad más cercano creando un paradójico contraste. Así como la imagen, el audio también es alto contraste, con el patrocinio anglo de Dire Straits, Van Halen y The Specials para mostrarnos el refulgente y extravagante mundo de Hollywood, y con el patrocinio  incidental y 'oriental' de Alexandre Desplat para hacerle un recorrido a los bazares y las calles de la capital iraní.

Otra de las mentiras bien confeccionadas es la escritura. El guión tiene varias salvedades que le brindan crédito a la película a partir de los sarcasmos y algunos comentarios políticos. Las intervenciones de Chambers y Siegel son perfectas punzadas al mundo hollywoodense, mientras en el mundo de la CIA y la inteligencia secreta logran dar un poco de realidad al desacreditar a Carter y su carácter débil, además de una maquinaria de Estado en la que se dialoga con Muppets, como lo afirman en la misma cinta. Incluso, las diferencias de estilo entre el FBI y la CIA se vislumbran con el primer diálogo del embajador canadiense con Tony Mendez, 'Esperaba un look más enigmático'. Las líneas logran darle un aire de crédito a la mentira y redondear el sustantivo que se pasea durante toda la película, la Desconfianza, que se percibe en casi todos los personajes.



El único que puede romper con ese aire de desconfianza es Tony Méndez, el heroico y silencioso agente que logró cumplir con la misión, tal vez el único personaje real que vale la pena destacar y quien sale sacrificado ante los intereses de sus superiores y la grave situación de política internacional del país,  y quien por fortuna en tiempos de Clinton obtuvo su merecido reconocimiento. Una lástima que una de sus grandes misiones fuera empañada por el fracaso de los rehenes en la embajada americana  de Teherán y que sus grandes movimientos como infiltrado vayan a parar a un filme que busca tener el pretexto de Argo como la zona épica del triunfo americano ante el mundo, cuando la realidad de las circunstancias fue otra, Jomeini logró salirse con la suya y dejar a la primera potencia del mundo muy mal parada. Esta involuntaria creación de mentiras verdaderas a veces solo inspira poder decir 'Argo fuck yourself '.