17 oct 2014

THE POLICE - SYNCHRONICITY


Entran a la estratósfera musical y renuncian a ella. La consolidación del grupo británico The Police entre las bandas más populares del universo se dio casi en simultánea con su declive como grupo y con las ganas de liberarse de una vez por todas del tira y afloje entre sus miembros, donde predominaba el ego en lugar del trabajo colectivo. Incluso, la creación de su última placa en estudio se hizo con sus tres miembros grabando desde distintos lugares y un único responsable presente en la consola, su productor Hugh Padgham. Es la instancia en la que The Police le concede la mano a la gloria y  luego decide dejarla plantada.

O My God by The Police on Grooveshark                                                                                                 

Si bien este power trio inglés declinó a la idea de volver a grabar un disco, su último referente es la más alta cuota de reconocimiento que tienen en todo el orbe. 1983 era un año de nuevas energías, con el punk en caída y el refrescante new wave en la cresta de la ola, con MTV imponiendo la nueva cultura del video y la moda haciendo alarde de colorido y extravagancia. Tiempos felices para una banda infeliz. Andy Summers, Sting y Stewart Copeland (especialmente estos dos últimos) llegaron al punto del hastío y el desgaste como comunidad y la tensión era tal que hasta en entrevistas públicas sostenían forcejeos físicos medio en broma medio en serio, que vislumbraban fisuras en la amistad y remiendos de prepotencia. Magníficos intérpretes de sus instrumentos, soberbios creadores de un estilo, enlodados en un charco putrefacto de egolatría. Pero en medio de aquel barro emocional surgió su última gran Epifanía por la que el mundo rindió reverencia. Era el anuncio de Synchronicity.


EL ÉXITO NO CASUAL

Casualidad o no, su quinto trabajo de estudio resultó ser una bomba de éxito. Ghost in the Machine (1981) había sido una antesala al cambio de estilo donde el reggae entraba al banquillo suplente y sus momentos más feroces emparentados con el punk sucumbían ante tonalidades elaboradas entre sintetizadores y compases que flirteaban más con el pop. Pero en esta etapa su sonido jamás fue hecho a la ligera y tuvo la casta virtuosa de sus manos y oídos para amasar un inminente cambio en su naturaleza musical y un remolino de celebridad que finalmente terminaría por ahogarlos entre tragos de narcisismo y millones de discos vendidos.

A Sting le gusta leer. Las referencias literarias, mitológicas y filosóficas se esparcen en un prontuario de frases oscuras que son involuntarias reflexiones de un mundo apagado, post-apocalíptico, inseguro, lleno de casualidades, de donde inspira el título del álbum y saca a relucir el libro de Arthur Koestler The Roots of Coincidence y las lecturas de Carl Gustav Jung. El rubio cantante buscaba en medio de aquella literatura de la simultaneidad casual algún tipo de explicación para su éxito y también para su inminente agonía como parte de una asociación, tanto con su grupo como con su relación sentimental, bastante deteriorada por aquella época.  Era la hora de la destrucción de la unidad.


CANTOS PARA EL FIN DEL MUNDO

Grammys a su haber, #1 a los dos lados del Atlántico y "Every Breath you Take", la canción más importante del año y para muchos, de la década.  Tanto éxito en un solo lugar fue un catalizador de halagos al espejo, que resquebrajó la poca afinidad en la charla entre sus miembros.  Pero aquella distancia en la amistad resultó en absoluta empatía musical, mostrando nuevas sonoridades en un prolijo haber de acordes que cambiaron su dirección melódica. Los teclados lograron apuntalarse entre las prioridades del grupo y fueron mayor objeto de explotación. Tal como lo muestra su pista de apertura "Synchronicity I", vértigo preciso y contundente tocado a 6/8 en una espiral incontenible de fortaleza, alejado totalmente de su discografía de antaño. Los instrumentos cuestionan la casualidad siendo totalmente premeditados bajo la ayuda lírica  del poeta W.B. Yeats y sus reflexiones apocalípticas mientras Sting busca explicaciones, 'A connecting principle/ Linked to the invisible'. No complacidos del todo, deben agregarle paranoia y angustia al tema con "Synchronicity II" donde la filosofía queda a un lado para desplazarse al realismo y contar la historia de un hombre fatigado por una vida laboral y familiar desbordada en tedio, 'Mother chants her litany of boredom and frustration/ But we know all her suicides are fake'. No será casual que más adelante su monstruo interior (una metáfora de la célebre criatura del lago Ness) llegue a su clímax y salga a acabar con todo, mientras el tercer single de este disco es dominado por la guitarra de Andy Summers y adopta un equilibrio entre el rock y el pop, anunciando el desastre inminente del mundo.

La paranoia sobre el fin del mundo y la afirmación de un mundo disfuncional, mal construido y expuesto a la extinción es clara en varios pasajes del álbum. Lo curioso del asunto es que mientras Sting vive cantando su pesadumbre existencial, la música se despliega en la brisa fresca del new wave y lleva a momentos de deleite. Uno de esos buenos contrastes es "O my God" de saxo fresco, líneas de bajo jóvenes y una cadencia de batería esperanzadora, que difiere de una lírica con falta de fé en Dios, 'Take the space between us/ And fill it up some way'. Otro nuevo contraste, "Miss Gradenko" compuesta por Copeland, con arpegios de guitarra y puro sabor new wave con una voz festiva de Sting que narra un posible romance en medio del sistema comunista después de la guerra destructora y que invoca a la extinción humana, 'Is anybody alive in here?/ Nobody but us'. El mundo se ha despedazado desde su origen y los humanos le seguimos la huella a los extintos dinosaurios. "Walking in your Footsteps" confirma aquel temor apocalíptico donde todo parece indicar que lo inevitable está por llegar, 'Hey there mighty brontosaurus/ Don't you have a message for us' va entonando el vocalista entre unos teclados que se debaten entre lo tribal y lo experimental, con unas guitarras onomatopéyicas que recuerdan por instantes a Robert Fripp y con una sensación de apertura del sonido de Police al catalogado world music de la época.

                                                     

La sinergia entre los sonidos elaborados de Occidente y las armonías de la música autóctona se acercan con notoriedad en la sublime "Tea in the Sahara". Atmosférica, evocadora, desértica, un exquisito paisaje de sonidos llevados con parsimonia en bajo y batería, y una guitarra quimérica que levanta la arena suavemente entretanto se va evocando a Paul Bowles y su novela El Cielo Protector, y un imaginario que nos traslada a un desierto que recibe a tres hermanos dispuestos a tomar el té en medio del amarillo infinito, con un final trágico. Si en aquella canción la guitarra de Summers es un oasis sugerente en perfecta armonía, "Mother" es su total antítesis. Un delirio compuesto y cantado por el mismo guitarrista, con acordes de matemática paranoica y la garganta de Andy espantando una esquizofrenia propia en la que sufre la macabra e incómoda presencia de su madre durante todos los episodios de su vida, 'The telephone is screaming/ Won't she leave me alone?' Terror experimental que rompe de forma maniática con el resto de las canciones, y que también indica neurosis y angustia, palabras que cobijan todo el LP.


DESENCANTOS EXITOSOS

Una de las razones que forjaron aquel lado oscuro de la lírica en Synchronicity fue el rompimiento sentimental entre Sting y su pareja Frances Tomelty. Entre el miedo al fin del mundo, el hastío de la guerra y el vacío existencial, también hay que agregarle el desencanto amoroso. Su  single #1 de todos los tiempos no es una canción de amor, sino de desespero. "Every Breath you take" es el hostigamiento del ex, la negación de la pérdida y la continua autoflagelación para recuperar los pasos perdidos, 'Every night you stay/ I'll be watching you'. Muchas parejas afloraron amoríos con este tema de guitarras discretas y bajos silenciosos que fue la canción del año en 1983, pero la verdad se esconde en el vacío patético de Sting. Para completar la pena e inyectarse heridas escritas viene  su cuarto single"King of Pain" (#3 USA, #17 UK), pop lacrimoso de intimidad afligida decorado con metáforas de la pérdida, un compositor que se deja llevar por una poesía alimentada de marchitez, 'There's a little black spot on the sun today/ That's my soul up there'.

Tres genios. Tres egos. The Police.
Tanta desilusión debía buscar refugio espiritual en alguna esquina de su música. Y lo intenta con su pretencioso segundo single "Wrapped Around your Finger", envuelto en referencias mitológicas y literarias con un Sting melancólico que cita al Fausto de Goethe y los monstruos marinos de Escila y Caribdis buscando iluminación espiritual y un momento de redención donde encuentre la ansiada paz emocional. Su video, dirigido por el dúo pop Godley & Creme, muestra a unos músicos saltarines que parecen enmascararse en un éxito corporal, pero están rodeados de velas dominantes que les demanda orden y les exige mayor atención a su espíritu. La canción, si bien suena a balada pop de carácter triste, porta un aliento nostálgico por arreglos dub, aquellos que fueron compañeros de otros álbumes. Sting, Copeland y Summers ya no pueden regresar atrás.

                                                     

El engañoso formato pop que aparentó The Police fue su fórmula rompedora para llegar al público de los dos hemisferios y conquistarlo con su relativa 'ligereza'. Sus canciones más baladísticas fueron la casualidad que detonó en regalías para el resto de su existencia, reconocimiento en listados y programación en emisoras aún vigente. Synchronicity no tiene la ingenuidad fiera y fresca de Outlandos D'amour ni la cadencia caribeña de Reggata de Blanc. Summers con 40 años a su espalda y Copeland y Sting con 30, sabían que querían desviar la línea alegre y jovial de otros instantes para pasar a un lado más serio, pero sin dejar de caber dentro del formato pop. Lo lograron, colmaron las listas de éxitos, vendieron millones de LPs y pasaron a la posteridad como uno de los grupos más importantes de los ochenta. Sin embargo, Synchronicity fue la crónica de una despedida prevista, su canto del cisne que los llevó en simultánea al prestigio y la separación. Cosas de la casualidad, cosas de la causalidad.