18 nov 2014

EL FENOMENAL TOD BROWNING


La productora MGM vivió momentos de desazón y repudio al patrocinar la ejecución de una película de esta categoría. Trabajar con King Vidor en The Champ, rodar Tarzán de los Monos o reunir a Greta Garbo, John Barrymore y Joan Crawford en Grand Hotel era la convención que les brindaba taquilla y buenos comentarios durante el año de 1932, pero se les atravesó una apuesta con visos de terror y un nombre con buenos pergaminos proveniente del cine mudo que recientemente había lanzado a la luz la versión primigenia en inglés de Drácula y que ostentaba cierta popularidad en el género de los gritos y la piel erizada. Llegaba a escandalizar al público el visionario Tod Browning con un título provocador, Freaks.

Tod Browning, la cabeza de lo impensable

FORMANDO LO DEFORME

Browning venía de trabajar durante un buen tiempo con el legendario actor Lon Chaney conocido como El Hombre de las Mil Caras y había lanzado al estrellato a Bela Lugosi interpretando al Conde Drácula. Contar con este precedente le brindó a Browning garantías para poder reflejar en la pantalla grande un homenaje a la vida circense que tanto apreciaba y que mostraría una nueva faceta de la deformidad. El resultado sería tan gráfico e impresionante que el público pacato de la época la consideró repulsiva y de ofensa para el ojo, que la relegó a una pésima recaudación en taquilla y a ser vilipendiada durante muchos años hasta ser rescatada por el festival de Cannes en los sesentas.

"El amor por la belleza es un sentimiento profundamente arraigado que se remonta al principio de la
civilización. La repulsión que nos causan los anormales es el resultado del largo condicionamiento de nuestros antepasados". Este es un aparte de la leyenda inicial del filme que nos introduce en un contexto que va a romper con el molde estético del cine de la época, y que va a confrontar sin prejuicio la realidad de los seres diferentes físicamente. Gran parte de la reacción despreciable por parte del público provenía del casting: A diferencia de Lon Chaney (un maestro en las artes del maquillaje), los protagonistas de la historia tenían peculiaridades de orden real, desde el más sencillo enano pasando por las hermanas siamesas y un ser hermafrodita hasta llegar a un hombre sin extremidades que se desenvolvía por la vida arrastrándose con su torso. Un circo de deformidad y seres únicos al servicio de una pantalla grande predispuesta al rechazo.

El entorno más adecuado no podía ser otro que una carpa de circo, hogar de una comunidad nacida para ser distinta. La trama, basada en el cuento Spurs de Tod Robbins, nos lleva al interés de Cleopatra, una trapecista con sus partes completas y belleza europea en casarse con el enano Hans, heredero de una cuantiosa fortuna y personalidad dócil, para luego envenenarlo y apoderarse del botín en complicidad con el hombre más fuerte del circo, Hércules. Estamos apreciando entonces una historia convencional de codicia y traición. La verdadera causa de conmoción llega por los personajes que rodean la trama y su difícil convivencia con los humanos 'normales'.

Cleopatra y Hércules, los 'normales', junto a Hans, el 'freak'.


EL GHETTO FREAK

Freaks nos expone la idea de un apartheid creado por la población civil hacia los del circo, donde no existe la inclusión, se promueve la burla y se sirve la repugnancia, tal como pudo haber sido en los tiempos de la esclavitud o la discriminación gay. Los humanos 'normales' son los seres antagónicos envueltos en soberbia, mezquindad y segregación, incapaces de compartir el mismo espacio en el mundo con quienes son marcados por la diferencia física. Es un involuntario discurso de denuncia que clama por el descuido de una sociedad excluyente, que le rinde culto a un ideal de belleza y que tiene su interior totalmente desprovisto de humanidad, donde se va aglutinando una deformidad más despiadada y horrible que la física, la avaricia y el poder. El freak más cercano al humano 'normal' es el enano Hans, quien en su afán de aceptación y reconocimiento poco a poco se deja viciar por las malsanas costumbres de la gente de estatura estándar y se vuelve soberbio, egoísta y desconfiado con su propio nicho. Se deja infectar de la mal llamada 'normalidad'.

La comunidad de Freaks encuentra su lado más humano desde la óptica de Browning. Una verdadera familia con un sentido de pertenencia donde se trabaja en equipo, donde uno cubre las falencias de otro y existe un aire de reciprocidad que sería causa de envidia en los sistemas políticos y económicos de cualquier lado del planeta, y que como cualquier ser común y silvestre ama, tiene hijos, establece sus rituales y celebra sus fiestas. Leal, comprometida y feliz, es una familia unida por la extrañeza de sus cuerpos y sacrificarán su vida de ser necesario por cualquiera de los miembros de su comunidad. Si obviamos las anomalías físicas, estamos enfrentados simplemente a un grupo de humanos que sólo quieren ser eso, humanos.

                   

En la mitad de estos dos sectores encontramos los personajes que logran conciliar los dos universos. El payaso Phroso, su novia Venus y Madame Tetrallini (que no cuentan con ninguna anomalía física) buscan ofrecer mayor comodidad emocional a aquellos personajes de naturaleza singular, que simplemente buscan afecto. Ellos son el puente de comunicación directa con el mundo conocido, y sus aires de consideración y naturalidad son uno de los primeros ejemplos de inclusión con la diferencia, que en aquella época era inconcebible. Sin tener una pretensión activista, la película logra dar las primeras puntadas de un mundo diferente basado en la tolerancia. Browning había creado un 'monstruo' de carácter social sin quererlo.


BUSCANDO SER FENOMENAL

Lo curioso del asunto es que los actos más cotidianos de la vida dentro del universo freak, son catalogados como terroríficos y absolutamente repugnantes. Una de las escenas que parece no tener mayor repercusión argumental en una trama es un parto natural y el dar a conocer a la luz pública el nuevo heredero. Sin embargo, generar un cuadro familiar donde la madre es la Mujer Barbuda y el padre el Hombre Esqueleto comienza a ser algo perturbador; agregue a la escena gente sin extremidades, con microcefalia o algún defecto congénito y tendrá un inmediato rechazo. En otro pasaje de la película podemos ver el romance simultáneo entre dos hermanas siamesas que cuentan con un prometido por aparte y que parece inaudito de consumar. Finalmente, podemos apreciar el banquete de boda entre la trapecista y el enano, que nos muestra un carnaval atípico de malformaciones, sonrisas amorfas y aplausos distorsionados y nos encontraremos con un espectáculo chocante y único.

El banquete Freak.

Si hablamos de lo visual, el director se sienta sobre las bases convencionales del género, sin ser tan creativo en la generación de sombras o contrastes, jugando al plano contraplano usual, concentrado en las posibilidades de asombro que pueden causar las particularidades físicas de su elenco. Su montaje es lineal y rústico donde todavía no se aplicaban transiciones en imágenes sino fundidos a negro y no encontramos un soporte sonoro que lo haga más vistoso. Aparte de ello, encontramos huecos narrativos voluntarios donde no logramos ver un desarrollo total del flirteo y el casamiento entre el enano y la trapecista, o la venganza absolutamente consumada de los freaks, donde el personaje de Hércules simplemente desaparece y la ambiciosa Cleopatra se muestra mucho después de su castigo final. Una posible causa de estos saltos de continuidad se deba a la presión de la productora a recortar el filme de 90 minutos y dejarlo en los 64 finales que hoy conocemos. Sin embargo, lo valioso es el registro que se pudo rescatar antes de sufrir el rigor de las llamas, donde se usó una dosis mínima de maquillaje y los personajes cumplieron su tarea de causar la respectiva emoción. El espectador decidirá cuál.

Si Browning quería causar terror, de alguna forma lo que logró fue espantar al público de las salas de cine. Si Browning quería causar reflexión sobre este tipo de población, no logró causar ni un murmullo sobre el tema. Si Browning quería recaudar taquilla, lo que logró fue colectar abucheos y el inicio del declive de su carrera. Triste balance si nos damos cuenta que en otra época estos tres objetivos se hubieran podido cumplir a cabalidad. Hoy en día los amantes de la serie B -y del cine en general- le han regalado status de película de culto, su reflexión sobre el ser incluyente puede ser motivo de numerosos foros y seguramente su temática hubiera logrado llenar un buen número de salas de cine. A Tod  Browning no lo acompañó la época, pero aquella experiencia desgraciada lo llevó lentamente a ser justificado por la historia como un adelantado a su tiempo. Un director fenomenal.