3 jun 2016

THE WHITE STRIPES - WHITE BLOOD CELLS


The White Stripes tienen un esquema sonoro sucio, clásico, contundente, práctico. Reflejo entero de su ciudad, una Detroit sucia, clásica, contundente, práctica, refugiada en un pasado nostálgico y buscando sacudirse a gritos de su progresivo desempleo y del ingrato abandono. De algún modo esa situación acomodó la furia minimal de un dúo listo para desenfundar estruendosos disparos de efectividad melódica. La música de la inminente pobreza estatal, de las raíces y de las ganas de gritar se materializó con solidez a comienzos de este siglo a través de cuatro manos que lograron producir la amplificación más brutal para darle un cachetazo al rock y anunciarle que estaba vivo. Culpables totales, los White.


DECIBELES PELIGROSOS

Jack y Meg White son el incesto del blues y el punk, el dúo fraternal para los medios, conyugal para la recámara, los artífices de la simplicidad incendiaria. Tres es el número clave en sus movimientos: sus acordes en las canciones, su vestuario (rojo, blanco y negro), los instrumentos de sus discos (guitarra, batería y piano), entre otras cábalas personales. Y armados de herramientas básicas, removieron las entrañas del rock rescatando el garaje sesentero, amplificándolo hasta decibeles peligrosos y desfogando una sensación de desenfreno sin límite que los llevaría a la cumbre del respeto musical contemporáneo.

                                                                                  

El blues fue compañero de varios riffs en sus primeras andanzas musicales, White Stripes (1999) y De Stijl (2000). La rabia aún estaba contenida. Pero en 2001 no escatimaron niveles de ruido y en menos de una semana en un estudio de Memphis le hicieron homenaje al estruendo minimal con 16 pistas irreprimibles condensadas en White Blood Cells, su primer álbum estelar, objeto de aplausos masivos y de flashes de cámara acosadores, que bien se pueden reflejar en su cubierta.

El disco no se explaya en piezas virtuosas de larga duración. Son cortas, incisivas, paranoicas y atronadoras. Jack se despacha entre líricas de idilios fallidos, evocaciones agridulces y recelo de la fama. Su guitarra es un riff de hirviente distorsión, la batería de Meg es escándalo sin restricción, el piano es un cómplice moderado al lado del salvaje paisaje de acordes.


EL AMOR SEGÚN LOS WHITE

Las relaciones afectivas son claves en el músculo lírico de White. Ambigua sensación de bienestar y desencanto rueda entre sus canciones. "Dead Leaves and the Dirty Ground" se despacha lentamente en la evocación de la pérdida con los buenos favores visuales en el clip de Michel Gondry,  "The Same Boy you've Always Known" carga con la nostalgia de un tiempo que ya no se puede rescatar, y "I Can't Wait" (con un intro a lo "Heart-shaped Box de Nirvana), es el reproche de la indecisión de sostener una relación.

                                                                                 

La línea entre el desencanto y el entusiasmo es sostenida por el hilo ruidoso del garaje. Su tema insignia del disco es caluroso y destila amor a pura vociferación, "Fell in Love with a Girl" es explosión de simpleza perfecta con un descrestante videoclip de Gondry, recreando el amor y la música desbordados en figuras de Lego. Menos veloz, pero no menos ruidosa está "I Can Learn", dispuesta a ilustrarse para la conquista. La parada final del disfrute amoroso viene en el empaque bucólico de "Hotel Yorba", poco agraciado alojamiento de aquel Detroit, que esta vez le hace concesiones al amor de zona industrial.

No obstante, después de la conquista viene lo difícil, coexistir en una correspondencia perfecta. Entre momentos sinuosos de prisas, pausas, explosiones y pianos conciliadores aparecen las canciones de confrontación. "I'm finding it harder to be a gentleman" comprueba las dinámicas distintas entre el hombre y la mujer, 'Well I'm finding it hard to say/ that I need you twenty times a day/ I feel comfortable so baby/ Why don't you feel the same?' En una clase de blues desigual y sucio, "Expecting" revela las fallas de dar más que el otro y no ser bien correspondido. Y "Now Mary", con las distorsiones un poco apaciguadas, busca el consenso entre las dificultades afectivas.



LA SIMPLICIDAD CONTRA LA FAMA

En aquel momento los White sufrían de muchas prevenciones hacia la fama. El estado de comodidad pobre que les brindaban sus tiempos de De Stijl se iba diluyendo entre el acoso de la prensa y la popularidad en listados. Eso les generó cierto delirio de persecución que se hizo notorio en el bombo insistente de Meg y la voz quejumbrosa de Jack en "Little room" y un minuto de descontento con la fama, 'When you're in the bigger room/ You might not know what to do'. Con las espuelas puestas en los punteos de guitarra, se mantiene la queja sobre el peso de ser personaje público en "Offend in Every Way". La gente menos interesante y más interesada se presenta oportunista para tomar ganancia con "I think I smell a Rat". Y desde su faceta más oscura y densa evocan al símbolo de la fama sin alma, el Ciudadano Kane, protagonista de "The Union Forever", canción que advierte sobre la celebridad envuelta en vacío.

Tanta fama y prestigio solo podía evadirse a partir de la simplicidad. La simplicidad de una batería de brusquedad esencial, de tres acordes efectivos de guitarra, de evocar mejores tiempos desobligados, tal como en "We're going to be Friends", la dulce evocación musical de infancia donde el acto más relevante es divertirse, 'There's dirt on our uniforms/ from chasing all the ants and worms/ We clean up and now it's time to learn'. Es el momento de intimidad dócil del disco, donde los Stripes no desentonan en aquella cándida masa de cuerdas acústicas y bombo cómplice.

Y a punta de sencillez, los White ganaron fama y respeto. No hay mayores arandelas, lo básico se hace grandioso y la fórmula es pasión de rock de garaje, desmedido en volumen, simple en construcción. White Blood Cells fue el leucocito de rescate para un rock and roll que se veía alicaído a comienzos del nuevo milenio, partiendo desde lo esencial haciéndolo descomunal y promoviendo una figura novedosa que poco se conoce en el medio musical, un power duo que fuera capaz de generar tanto con tan poco, aquel escándalo plácido que marcó con fuerza la primera década del nuevo siglo.